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Mirando Rafael en una hondonada las torres del ruinoso convento de la Murta, casi ocultas entre los pinares, evocaba la tragedia de la reconquista; lamentaba la suerte de aquellos guerreros agricultores cuyos blancos alquiceles aún parecían flotar entre los naranjos, los mágicos árboles de los paraísos de Asia. Era un cariño atávico.

Noticiosos los granadinos de que la sed acosa á la hueste cristiana, salen á picarles la retirada, y sin propósito deliberado de trabar batalla la comienzan, con tan buena suerte, que el infante D. Juan se ve en el mayor aprieto.

El Padre Ambrosio cerró entonces el libro y continuó hablando de esta suerte: Algo semejante al procedimiento alegórico del sabio puedo yo hacer contigo. De tu confianza en y de tu valor depende el logro de tu deseo. Un extracto, una quinta esencia de la piedra filosofal es ardiente líquido que puede y debe dar, ya que no la inmortalidad, juventud, fuerza y plena duración de vida.

La lavandera los admiró a su sabor, y admirándolos se fue poco a poco hacia un sitio de donde salía un rico olorcillo de viandas muy suculento y delicioso. De esta suerte llegó a la cocina; pero ni jefe, ni sota-cocineros, ni pinches, ni fregatrices había en ella; todo estaba desierto, como el resto del palacio.

Las lecciones y conferencias duraban horas y horas. El Comendador se acostumbró de tal suerte á aquel dulce magisterio, que el día en que no daba lección le parecía que no había vivido. Sus días de Villabermeja fueron disminuyendo, y alargándose cada vez más los que pasaba con la discípula.

La suerte quiso serle aciaga. No había naipes en la casa. Pero no se arredra por eso. Baja a la cocina, llama aparte a un criado, al que le pareció más ligero y musculoso, y dándole una propina le encarga que a todo correr vaya a la ciudad y traiga un par de barajitas.

Están todos por este orden: Comenzando del Sur, San Juan está de San Joseph como nueve leguas; de San Joseph á San Rafael son treinta; de aquí á San Miguel ocho; de San Miguel á San Francisco Xavier cuarenta y dos, y de éste á la Concepción, hay veinticuatro; de suerte que San Juan, que es el cabo hacia el Sur, está en dieciocho grados y medio; y la Concepción, que es el otro cabo, está en quince.

Jamás hasta entonces se preocupó del porvenir que cupiese en suerte a la mujer por él abandonada. Y ahora... ¡qué diferencia entre el estúpido diálogo en que estaba engolfado con su propio pensamiento y el que a tales horas pudiera tener con Cristeta!

El buen profesor Flimnap estaba inquieto por la suerte de su protegido. Gillespie le inspiraba un interés que jamás había experimentado por ningún hombre de su propia tierra. Dedicado por completo á los trabajos lingüísticos é históricos, solamente había tratado con mujeres, y éstas eran todas profesores malhumorados y de austeras costumbres.

En terminos nos tiene nuestra suerte, Dulces amigos, que será ventura Acabar nuestros daños con la muerte; Por nuestro mal, por nuestra desventura, Vistes del sacrificio el triste aguero, Y á Marquino tragar la sepultura: El desafio no ha importado un cero: De intentar que nos queda, no lo siento, Sino es acelerar el fin postrero.