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Un ruido a lo lejos, una voz, el aleteo de los pajarracos nocturnos, el chillido de las alimañas invisibles, el ladrido de un perro, les hacían ocultarse, tenderse en el suelo entre los jarales punzantes, sofocados por el peso de la mochila. Al partir del campo fronterizo de Gibraltar pagaban por trasponer la línea del resguardo.

Dios es testigo, y si no, pregúntale... Ahora mismo lo sueltas o verás, verás quién soy...». Quedose dormida, dejando caer al suelo la naranja.

Carmen mostrábase animosa, muy pálida, apretando los labios, azulados por la emoción, moviendo nerviosamente las pestañas para mantenerse serena; y cuando le veía ya en el vestíbulo, llevábase de pronto el pañuelo a los ojos, estremecido el cuerpo por las bascas de suspiros y llantos que no lograban salir, y su hermana y otras mujeres tenían que sostenerla para que no viniese al suelo.

Pero, disipada aquella última esperanza, pensó con tristeza que los lazos que á ella le unían no podían ser más frágiles y que el mejor día caerían al suelo rotos.

Hoy solo se aprovecha su vasto suelo con la explotacion de los bosques de abetos y pinos, de la cual se obtienen fuertes valores en maderas, alquitran y trementina.

Allí le encontraron ellas, y se pusieron a darle bromas, a decirle cosas... amos... cosas que se dicen y que no eran para ofenderse. Total: que el pobre vejete mal pintado se hubo de incomodar, y al correr tras ellas con el palo levantado para pegarles, pataplum, cayó redondo al suelo.

Y puesto que el feroz Romano tiende El paso agora por tu fertil suelo, Y que te oprime aqui, y alli te ofende Con arrogante y ambicioso zelo, Tiempo vendrá, segun que ansi lo entiende El saber que á Proteo ha dado el cielo, Que esos Romanos sean oprimidos Por los que agora tienen abatidos.

Y en el agua del arroyuelo se reflejó una vez más la colérica imagen de Perla, coronada de flores, golpeando el suelo con el pie, gesticulando violentamente y apuntando con el dedo índice al seno de Ester.

Las estanterías entreabiertas dejaban asomar legajos y protocolos en abundancia; por el suelo, en las dos sillas de baqueta, encima de la mesa, en el alféizar mismo de la enrejada ventana, había más papeles, más legajos, amarillentos, vetustos, carcomidos, arrugados y rotos; tanta papelería exhalaba un olor a humedad, a rancio, que cosquilleaba en la garganta desagradablemente.

En el suelo me acuesto, y en un pellejo. Pues yo , si quisieses, que hallarias Ocasion de salir dese trabajo Muy presto, sin contraste, á poca costa. Pues yo , si quisiese, que hallaria Ocasion de salir deste trabajo Muy presto, sin contraste, á poca costa. Con no mas que querer á tu ama Zara, O con dar muestras solo de querella.