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Merced á los constantes esfuerzos de la Iglesia en dar forma corporal y tangible á la totalidad del dogma católico, siempre estuvieron presentes en la memoria del pueblo sus más insignificantes detalles. El círculo, que abrazaba su ortodoxia, por grande que fuese el celo con que se defendía, no se estrechó nunca tanto que no dejase inmenso espacio á la imaginación y á las galas del ingenio.

Responde y entendámonos. Como el ojo de Bermúdez flameaba algo y su hablar era vehemente y su acento un poco duro, Nieves, con estos síntomas y bajo el peso abrumador de tantas y tan delicadas preguntas, quiso responder, pero con la debida cordura, y no supo.

El recuerdo más remoto era el de un patio de casa de vecindad, que a él, en su pequeñez, le parecía inmenso, con una luz triste y fatigada que venía de lo alto, enturbiándose al resbalar por las paredes grasientas, al filtrarse por entre las ropas astrosas pendientes de las galerías.

Recuerde le dije al viejo que usted debe encontrar, si es posible, un medio de hacer relación con Paolo Melandrini, obtener de él mismo todos los datos que pueda sobre su persona, y arreglar las cosas de modo que yo pueda, lo más pronto posible, verlo sin que él me vea.

Era un Febrer, un verdadero Febrer. La isla producía mozos bravos como siempre. La buena doña Purificación, madre de Jaime, tuvo un grave disgusto y una alegría maternal al saber que cierta hembra escandalosa había llegado a la isla en seguimiento de su hijo.

«Bien estás donde estás, pedante belicoso», pensaba Desnoyers, acordándose de las conversaciones con su amigo el ruso. ¡Lástima que no estuviesen allí también todos los Herr Professor que se habían quedado en las universidades alemanas, sabios de indiscutible habilidad en su mayor parte para desmarcar los productos intelectuales, cambiando la terminología de las cosas!

Desde la edad de doce años, en que la llevaron a comulgar por primera vez, no había vuelto a verse en otra como aquella, y con la impresión recibida retrogradaba su pensamiento a la infancia, llegando hasta adormecerse por breves momentos en la ilusión de que era niña inocente y pura, y de que, como entonces, ignoraba lo que son pecados gordos.

Entonces Poldy salió de su retraimiento casero y se lanzó con más frecuencia y por más largo tiempo que nunca a sus excursiones y meditabundos paseos por los sitios más solitarios de aquellas cercanías. No poco gustaba ella de ir por intrincados senderos, por donde había más flores, por donde era más tupida y frondosa la enramada.

Vino ésta por fin al suelo, y diez, quince, veinte personas se precipitaron en el portal dando gritos aterradores; pero al llegar al patio, hubo un instante de vacilación, de terrible sorpresa. Doble fila de soldados apuntaba á la multitud, que, confiada en su fuerza, no pudo resistir un movimiento de terror, retrocediendo al ver que se la recibía de aquella manera. "Atrás", dijo la voz del jefe.

Dejaba de asistir al taller con harta frecuencia, y se pasaba horas y más horas en el café del Sur. Por el afán de aumentar su peculio había contraído el vicio del juego, frecuentando innobles garitos, o agregándose a los nefandos círculos que al aire libre, en las puertas de los ventorros de extramuros funcionan. Su suerte era mala, se aturdía y perdía casi siempre.