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Al dia siguiente, veo otra vez que se enciende el fuego en el mismo lugar, y que del mismo modo se presenta la luz. La coincidencia en que ayer no me habia parado siquiera, ya me llama la atencion hoy: pero esto podrá ser una casualidad, y no pienso mas en ello. Al otro dia acontece lo mismo; crece la sospecha de que no sea una señal convenida.

La concebiría como sospecha, como inspiración artístico-flatulenta, y el otro se dijo: «Pues toma, aquí hay un negocio». Lo que es a Platón no se le ocurre; de eso estoy seguro. Jacinta, anonadada, quería defender su tema a todo trance. «Juanín es tu hijo, no me lo niegues» replicó llorando.

El Provincial quiso buscar el dinero en la celda de los religiosos, haciendo escrutinio en ellas; y bien fuese por alguna sospecha, ó por poco afecto que le tuviese, ó por dar ejemplo para que los otros no se excusasen, ni lo sintiesen, empezó por la celda del maestro Vilches.

Ver a su Anita alegre, expansiva, y allí, cerca del propio lecho, a los amigos jóvenes en cuya compañía se sentía él joven también, ¿qué mayor dicha? Ni la sombra de una sospecha se le asomaba al alma al noble ex-regente. Ya todo era silencio en la casa, todos dormían, y sólo en aquel rincón de la galería, junto a aquella ventana abierta había el ruido suave de un cuchicheo.

Pero ahora no somos libres y la sombra de cualquier sospecha que se interponga entre nosotros puede ocasionar nuestra desgracia. Considéralo, Tristán, medita que ya no puedes hablarme de ciertas cosas sin ofenderme gravemente. Quisiera creerte, Clara.

El cambio proyectado podía hacerse sin despertar la sospecha de nadie... Las cosas pasaron de este modo: La pequeña Elena murió al día siguiente por la tarde. Se le anunció a la viuda del oficial que su hija había muerto. Una persona extraña vino a asistir al entierro.

El rubor no podía manifestarse en aquel rostro arrebolado por el llanto; pero su gesto, sus ojos, el tono de su voz, repelían con indignación y vergüenza la sospecha del príncipe. Siguió hablando en voz baja, apresuradamente, sin atreverse á mirarlo, como la penitente que desea terminar cuanto antes una confesión penosa.

Hallandose chasqueados aquí, fueron por la costa hácia el Vulcan, donde encontraron una tropa de Guilliches, quienes no siendo enemigos, salieron sin armas á recibirlos, no teniendo la menor sospecha de peligro alguno.

Yo no si fue la fuerza de la verdad de ser yo el mismo pícaro que sospechaba don Diego, o si fue la sospecha del caballo del letrado, u qué se fue, que don Diego se puso a inquerir quién era y de qué vivía, y me espiaba.