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Cuando algún empleado les daba caza en las estaciones, corrían de vagón en vagón o intentaban escalar los techos para esperar agazapados a que el tren se pusiera en marcha. Muchas veces les sorprendieron, y agarrándolos de las orejas, con acompañamiento de bofetadas y puntapiés, quedaban en el andén de una estación solitaria, mientras el tren se alejaba como una esperanza perdida.

»No por lo que me dolía el castigo, sino por aliviar a Luz del que padecía por , díjela, con mal forjada entereza: » Y ¿sabes todavía si es cierto lo que se asegura en el anónimo? »Pero ella me respondió, con una prontitud y un vigor que me sorprendieron: » Y si no es cierto, ¿por qué no me lo dijiste cuando te lo pregunté tantas veces, con el alma entre los labios?

Una noche de relámpagos y truenos, cuando la guarnición, compuesta en su mayor parte de italianos al servicio de España, dormía sin cuidado, la sorprendieron, la desarmaron, después de matar á algunos que pretendían resistirse, y acabaron por enviarla cortésmente al virrey español de Milán con la noticia de que la alianza quedaba rota para siempre.

48 Y cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con dolor. 50 Mas ellos no entendieron la palabra que les habló. 51 Y descendió con ellos, y vino a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.

En resumen, amigo Luna: esto está muerto... pero bien muerto. Aún no hemos desaparecido; nos ven, pero es de cuerpo presente. Las lamentaciones del maestro de capilla no sorprendieron a Gabriel. Todos en la catedral se quejaban de la vida mísera y sórdida que arrastraba el culto.

No puede ser replicó el lectoral; alegando que si le escuchaba como confesor, no podría usar de sus revelaciones, en adelante. Ramiro refirió entonces, con acento moribundo, de qué modo había caído en plena conspiración y cómo le sorprendieron y acuchillaron.

Dedicóse entonces con ardor a la pintura, y pasaba largas horas pintando en su caballete, teniendo a Lilí sentada a su lado, cual si fuese el ángel de su guarda. Así los sorprendieron aquel día los que para trazar el plan del baile de trajes entraban con Currita, y los niños, resistiendo a la curiosidad, permanecieron en su rincón callados e inmóviles.

Primero se sorprendieron en masa, después parecía que se alegraban; por fin determináronse los sentimientos de recelo y suspicacia. La familia menuda de aquella casa se componía de cinco cabezas, dos niñas grandecitas, hijas de la primera mujer de Ramón, y los tres hijos de Benigna, dos de los cuales eran varones. Juanín se quedó pasmado y lelo delante del nacimiento.

El acento rencoroso, la voz dura con que dijo estas palabras, le sorprendieron, como si procediesen de otra boca. La enfermera lo miró con sus ojos límpidos, agrandados, serenos, unos ojos que parecían libres para siempre de las contracciones de la sorpresa y del miedo. La respuesta se deslizó con la misma limpieza que la mirada. Es Laurier... Es mi marido.

Las primeras claridades de la aurora les sorprendieron todavía llorando sentados sobre el borde de la cama. Algunos días después salieron de Madrid. Viajaron por Suiza y por Alemania; en el mes de octubre visitaron a Inglaterra. A Madrid regresaron bien entrado ya noviembre. El viaje ejerció influencia saludable en el temperamento de Tristán, serenando sus ideas y amortiguando sus celos.