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¿Qué pasa aquí? se preguntaron. Tras de un instante se volvieron a oir nuevos tiros y un lejano sonido de campanas. Hay que ver lo que es. Decidieron como más práctico que Capistun, con las cuatro mulas, se volviera y se encaminara despacio hacia la choza de carabineros donde habían pasado la noche. Si no ocurría nada en Vera, Bautista y Zalacaín retornarían inmediatamente.

Hay además otra obra, titulada Euscaldun aciñaco ta ara ledabicico etorquien, etc., San Sebastián, 1826, que contiene una colección de cantos vascos populares, cuya mayor parte se canta en los bailes. Cuando el sonido del tamboril sirve para acompañar bellas frases, su belleza y significación arrastran á los bailarines que las oyen.

No se presenta tan clara esta verdad con respecto al olor y al sonido; porque si bien es cierto que en nosotros estas sensaciones no se separan de la idea de extension, envolviéndola siempre de un modo ú otro, no obstante queda todavía por saber lo que sucederia á quien estuviese privado de todos los sentidos, excepto el oido y el olfato.

En pos venían los silfos y las ondinas. Y luego las aladas salamandras extraían del escondido seno de las cosas una incomprensible virtud, de mayor ligereza que la luz y el fuego, rápida y potente como el rayo, y se la prestaban a los hombres para que iluminasen y moviesen con ella los seres inertes y obscuros y transmitiesen con instantánea y casi ubicua rapidez el pensar y el sentir, la palabra y el sonido.

Y aun no se me figura que me toca aqueste oficio solamente en vida; mas, con la lengua muerta y fría en la boca, pienso mover la voz a ti debida. Libre mi alma de su estrecha roca, por el estigio lago conducida, celebrándote irá, y aquel sonido hará parar las aguas del olvido.

3 Yo mandé a mis santificados, asimismo llamé a mis valientes para mi ira, que se alegran con mi gloria. 4 Murmullo de multitud [suena] en los montes, como de mucho pueblo; murmullo de sonido de reinos, de gentiles reunidos; el SE

Los leñadores y carboneros que trabajaban por la parte de Vernel y los pescadores del río Lande, suspendían momentáneamente sus tareas para dirigirse interrogadoras miradas; pues aunque el sonido de las campanas de la abadía era tan familiar y conocido por aquellos contornos como el canto de las alondras ó la charla de las urracas en setos y bardales, los repiques tenían sus horas fijas, y aquella tarde la de nona había sonado ya y faltaba no poco para la oración. ¿Qué suceso extraordinario lanzaba á vuelo, tan á deshora, la campana mayor de la abadía?

He hablado con la señora de *; es la italiana más bella y simpática que he tenido jamás ante mis ojos; posee una especie de irradiación dulce y viva a la vez, que subyuga el corazón al mismo tiempo que deslumbra la vista: el sonido de su voz, unido a cierto acento extranjero, despiden una emoción y una ternura que atraen y encantan a la vez.

En realidad, si algún dios o mortal pudiese escuchar aquellos bárbaros sonidos, retrocedería horrorizado. Sobre todos flotaba sin cesar uno por demás extraño algo así como all, call, mall. Un filólogo perspicaz, después de estudiar bien aquel sonido, teniendo en cuenta la persistencia de la vocal a y de la consonante ll, acaso deduciría que la palabra expresada por el alcalde era canalla.

Bien, entonces os prometeréis y Dios os bendecirá». ¡Oh! , prometidos... Mira a mi novio, ¡qué hermoso es!... Flores, flores por todas partes... He ahí a mis compañeras con sus largos velos blancos... ¿no oyes el grave sonido del órgano... y la multitud que repite como yo: «¡Qué hermoso es el novio!» ¡Oh! llega el viejo sacerdote... su mano tiembla al unirnos; ya es mío, es mi esposo ¡es mi esposo... ¡Oh! madre mía, quédate, quédate... ¿Me dejas?