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Se despegó el vaporcito, alejándose con violento y grotesco cabeceo, semejante a los traspiés de un beodo. El Goethe, con el práctico en el puente, aceleró su marcha, poniendo la proa rectamente a Montevideo. Empezaron a surgir rosarios de luces entre las masas de sombra de la costa.

32 mas después de sembrado, sube, y se hace la mayor de todas las legumbres, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo puedan morar bajo su sombra. 33 Y con muchas parábolas como éstas les hablaba la Palabra, conforme a lo que podían oír. 34 Sin parábola no les hablaba; pero a sus discípulos en particular declaraba todo.

Esta duplicidad que hace honor á la audacia del señor de Bevallan, pasa, so color de amable familiaridad, con una política y un aplomo, que engañan fácilmente las miradas poco atentas ó demasiado cándidas. La señora de Laroque, y en particular su hija, son completamente ajenas á las perversidades de este mundo, y viven demasiado apartadas de toda realidad para sentir la sombra de una suposición.

7 Y vino una nube que les hizo sombra, y una voz de la nube, que decía: Este es mi Hijo amado: A EL OID. 8 Y luego, como miraron, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo. 9 Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo del hombre hubiese resucitado de los muertos.

Otras muchas veces lo he dicho, y ahora lo vuelvo a decir: que el caballero andante sin dama es como el árbol sin hojas, el edificio sin cimiento y la sombra sin cuerpo de quien se cause.

En esos intervalos de sol y sombra corre por encima de la tierra verdeante como una alegría primaveral, del mismo modo que el viento riza la argentada superficie de un lago.

Mala sombra». Vuelta otra vez a la cavilación: «Porque si le encuentro y no quiere venir, me mato, juro que me mato. No vivo más así, Señor; te digo que no me da la gana de vivir más así. Yo veré el modo de buscar en la botica un veneno cualquiera que acabe pronto... Me lo trago, y me voy con Mauricia». Esta idea parecía darle cierto aplomo, y salió del cuarto.

Su sombra verdosa era semejante al crepúsculo que envolvía el alma del jardinero.

El capitán cesó de sonreír y por sus ojos cándidos pasó una sombra de inquietud. No podía disimular su turbación. No ... la veo poco. Debe estar como siempre... Y añadió con repentina resolución: Mira, Luisillo: cada uno que proceda como mejor le parezca. Yo á mis barcos, y fuera de ellos nada me importa.

Con eya en la mano, hay mu poco que tengan tan güena sombra... Lo que le tiene er Gordo, e que sabe demasiao er terreno que pisa... y cuando se sabe mucho... vamo... ya me entiende usté, D. Enriquito. Ozté perdone, zeñó José dijo a esta sazón Merluza.