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No, chico; si yo lo que quiero es que reviente... Iré a presidio... me pierdo. ¿Y qué? No se la perdono... ¡Ultrajar a los hombres de ciencia y a los solteros!

Había siempre en el círculo una concurrencia media de cuarenta ó cincuenta personas que iban á comer; muchos militares retirados, solteros que por casualidad no estaban invitados y transeuntes como Tragomer. Disponían de una gran mesa de veinticinco cubiertos y de otras más pequeñas en los rincones y en el salón inmediato.

»Los primeros días, como todos los de boda suelen ser alegres, continuó Lotario, como solía, la casa de su amigo Anselmo, procurando honralle, festejalle y regocijalle con todo aquello que a él le fue posible; pero, acabadas las bodas y sosegada ya la frecuencia de las visitas y parabienes, comenzó Lotario a descuidarse con cuidado de las idas en casa de Anselmo, por parecerle a él -como es razón que parezca a todos los que fueren discretos- que no se han de visitar ni continuar las casas de los amigos casados de la misma manera que cuando eran solteros; porque, aunque la buena y verdadera amistad no puede ni debe de ser sospechosa en nada, con todo esto, es tan delicada la honra del casado, que parece que se puede ofender aun de los mesmos hermanos, cuanto más de los amigos.

Los elementos numéricos de la poblacion cristiana de la provincia de Moxos, sin hacer especial mencion de las diferentes naciones indígenas, daban en 1831 los resultados siguientes. Antes de establecer comparacion alguna, debo explicar la circunstancia de no haber individuos solteros que pasen, de catorce años entre los hombres, y de doce entre las mugeres.

Convengamos en que si algo parecido a poéticos amores hubiera de preceder a todo legítimo consorcio, el género humano se compondría casi de solteros, y habría poco hogar doméstico estable y como Dios manda.

Con el ìban solteros y casados, Casadas y doncellas de viage, En tres navios mal aderezados, Con una zabra mala y de mal trage. Al parecer

Los místicos, los santos, que todos fueron solteros, aceptando todas las cruces, menos la del matrimonio con lo cual su santidad desmerece un poco por falta de sometimiento a prueba completa decían que al matrimonio, como a la muerte, es difícil llegar bien preparados.

Hasta hacía poco tiempo todavía halagaba la esperanza de que, ya que no un pollo, por lo menos se arrojase a pedir su mano alguno de los indianos solteros que iban llegando a establecerse en Lancia. Fundábala en la tendencia que éstos mostraban a contraer matrimonio con las hijas de las familias distinguidas de la población, aunque no llevasen dote.

«El sutil talento de usted, señora o caballero, percibirá en seguida la diferencia enorme, inconmensurable, que me separa de los demás solteros, y su corazón preverá un éxito fácil. »Error grave, señora. »Hago a usted juez de la situación. »Hará unos tres meses, una de esas excelentes tías de que he tenido el honor de hablar, me hizo insinuaciones a propósito de un proyecto de matrimonio.

Se hizo allí una reunión de solteros alegres y de casados emancipados de todas edades; había dinero de sobra, y por consiguiente abundaban las comidas joviales, los vinos, las diversiones de todo género y el elemento amable: las mujeres. En un día, don Benito, el lanzador de mi tío, le hizo despedir o colocar caritativamente por ahí a todo el mulaterío antiguo de la finada.