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Y pensando en estas expediciones, en la suerte de los pobres soldados y en la resistencia que oponían los insulares al yugo estrangero, pensó que, muerte por muerte, si la de los soldados era sublime porque cumplían con su deber, la muerte de los insulares era gloriosa porque defendían su hogar. ¡Estraño destino, el de algunos pueblos! dijo.

Y, como siempre, la modestia corría a las parejas con la autoridad y la elocuencia. «No abrigamos la pretensión decía de ser los caudillos en esta gran batalla del pensamiento que no tardará en iniciarse dentro del recinto de Sarrió. Sólo aspiramos a luchar como obscuros soldados, y que se nos conceda un puesto en la vanguardia.

Al amanecer este dia, despues de decir misa, saltó en tierra el Padre Cardiel con la escolta de soldados y marineros, que por todos eran 34, y tomó el camino al oeste. El órden que observaban era este.

Por la parte de Tarata se tuvieron los mismos fundados recelos, que no llegaron á verificarse por la actividad de su cura D. Mariano Moscoso, cuyo celo y conocida fidelidad supieron aplicar eficaces remedios, sacrificando mucha parte de sus intereses para costear bastantes soldados de aquellas milicias, que sirviesen á contener la osadia de los malcontentos.

Un señor que estaba detrás de y parecía muy entendido en esto del cinema, daba en voz baja sus opiniones á los vecinos.... De pronto, la alsaciana se iba al frente, huyendo de su perseguidor, y empezaban á verse las trincheras con muchos soldados, las cocinas, los cañones.

A la vuelta de Poniente, á la parte del campo de los turcos, acerca de la mezquita que se ha dicho, estaba el capitán D. Juan de Castilla con su compañía de coseletes, que tenía hasta 70 ú 80 soldados, y recelándose el dicho capitán D. Juan que podía ser roto de la parte de la marina, de los caballos, envió 12 soldados del cuerpo de guardia, con su cabo de escuadra, que estuviesen en la dicha mezquita, porque allí descubrían á todas partes, y dióles orden que avisasen siempre de lo que viesen hacer á los turcos; y si los apretasen mucho, que escaramuzando se retirasen con buena orden hacia donde él quedaba, que con el resto de su compañía saldrían á dalles socorro.

Estos soldados mercenarios de la inteligencia lo tachaban por eso de hipócrita, lo que aumentaba la palidez de Juan Jerez, sin arrancar de sus labios una queja.

Todos los vasallos de la Corona se ven obligados á acudir á su llamamiento, y entre ellos el dueño de Moraña; éste nombra al Conde capitán de sus soldados, de suerte que lo fuerza á marchar en su propia persecución.

El cantor oyó la grita sin turbarse; viósele de improviso sobre el caballo, echando una mirada escudriñadora sobre el círculo de soldados con las tercerolas preparadas, vuelve el caballo hacia la barranca, le pone el poncho en los ojos y clávale las espuelas.

Así se anuncia á la madre la muerte del hijo: el dolor la domina al principio, pero pronto se repone, alegrándose de que su hijo sea digno de su padre, y se pone al frente de los soldados para perseguir á los moros, y arrebatarles los restos de su hijo.