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Vinieron seis soldados fugitivos, Y no pudieron mas, porque los atan De noche, y dicen quedan treinta vivos, Que despues que una vez prenden, no matan. Con ellos no se muestran muy esquivos, Y si les sirven bien, no los maltratan; Pero si sirven mal,

En las estaciones de alguna importancia, todas las vías estaban ocupadas por rosarios de vagones. Las máquinas, á gran presión, silbaban, impacientes de partir. Los grupos de soldados dudaban ante los diversos trenes, equivocándose, descendiendo de unos coches para instalarse en otros.

Al tiempo que las dos Coronas de Castilla y Portugal procuraban dilatar su imperio en estas Indias Occidentales, Alejo García, alentadísimo portugués, deseoso de servir al rey D. Juan el II, su amo, con las conquistas de nuevas provincias, tomando en el Brasil tres compañeros de su mismo ánimo y valor, después de haber caminado por tierra trescientas leguas hasta llegar á las costas del Paraguay, alistó por soldados dos mil indios: y habiendo caminado con ellos otras quinientas leguas por aquel río, aportó á los confines del imperio del Inga, donde, habiendo recogido mucho oro y plata, se volvió al Brasil; pero los bárbaros le quitaron á traición la vida.

Las marchas interminables por la sierra, las noches pasadas al raso y las privaciones de todo género que han tenido que sufrir nuestros soldados, no fueron bastante, sin embargo, á abatir el espíritu de esos bravos luchadores que parecían insensibles á las fatigas corporales.

Los soldados y Capitanes, perdido una vez el miedo á su fama, y puesto en ejecucion caso tan feo como desamparar la persona del Príncipe, tambien la perdieron á sus ruegos y quejas, porque cuanto mayor es la infamia de un hecho, tanto más dificil es el arrepentimiento.

El señor de Elorza quiso internarse por la muchedumbre, pero encontrando resistencia por lo apretada que estaba, echó las manos al cuello al primer ganapán con quien tropezó, y lo hubiera asfixiado seguramente a no haber intervenido los soldados, que sujetaron por detrás al irritado padre.

En todas las esquinas había grupos de infantería marroquí recién desembarcada ó convaleciente de sus heridas, soldados jóvenes con gorros rojos y largos capotes de amarillo mostaza. Los zuavos de Argel conversaban con ellos en un español salpicado de árabe y de francés.

Cuarenta bravos perdimos En este glorioso encuentro, Y al otro dia al pasar Aquel campo de los muertos Nuestros soldados decian: «Tanta sangre vengaremos, «Por cada gota de sangre «Un arroyo verteremosEn los campos de Cagancha En medio al humo y al fuego, El escuadron de Campon Admiró por su denuedo.

Estas milicias se procuraría tenerlas bien disciplinadas, de forma que en cualquiera tiempo estuvieran prontas y armadas para lo que se ofreciese o les mandasen; y para socorrer a los soldados en los tiempos de asamblea, que pudiera tenerse una o dos veces al año, y para pagar los oficiales de plana mayor que deberían tener sueldo, y lo que por vía de socorro se diese a los sargentos y cabos, pudiera destinarse uno y medio por ciento de las utilidades de toda la provincia.

En las inmediaciones del cuartel se encuentra una edificación de madera con cubierta de zinc y tabique pampango que sirve de enfermería, á la que guarnecen un cabo y cuatro soldados.