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Tienes razón, es muy doloroso perder una cosa que se ama. Montiño se calló, y Luisa, por no irritarle más, se calló también. Está delante Inesita dijo para Montiño , y no me atrevo... será necesario quedarme solo con ella. Y siguió paseándose en silencio durante ocho ó diez minutos. Su mujer y su hija no cantaban, pero cosían.

que, abajo, las puertas se abrían y se cerraban, pasos que subían y bajaban precipitadamente la escalera, las voces de las criadas que gritaban mi nombre; no me moví. Y cuando todo volvió a quedar en silencio, bajé sin hacer ruido por las escaleras de atrás, que eran bastante obscuras, y fui a sentarme en el lugar más desierto del parque.

Cuando vuelvo a casa, cuando me quedo solo en mi cuarto, en el silencio de la noche, reconozco todo el horror de mi situación, y formo buenos propósitos, que luego se quebrantan. Mi padre, confiado hasta lo sumo, sin sospechar lo que pasa en mi alma, me dice cuando llega la hora: Vete a la tertulia. Yo iré más tarde, luego que despache al aperador.

¡Pero, Medea!... ¡Silencio! ¡hombre sin pudor!... ¡habráse visto canalla igual!... ¡corriendo las calles de noche, echando cuchufletas a las sirvientas en las puertas de calle! ¡Vea usted! ¡Esa manga denuncia al canalla!

Se sentaron. Comenzó don Manuel a hablar animadamente con la voz impregnada de emoción y de dulzura. Salvador le atendía en silencio, sin dejar de mesarse la barba febrilmente; y en esto se oyeron en el pasillo unas palabras recias y unos pasos sonoros. Son el cura y el maestro dijo don Manuel contrariado.

Y le referí atropelladamente lo que acabábamos de oír. ¡Vamos, hombre! ¡No puede ser! Estáis soñando. Vamos allá, y verás como no hay nada. ¡No! ¡No vayamos! , dijo resueltamente, y emprendimos la marcha, él por delante. Al llegar a mi dormitorio y penetrar en él, reinaba el mayor silencio. ¿Lo ves? dijo mi amigo.

Raúl se agarró a aquel medio consentimiento arrancado a su cansancio y todo lo que Liette pudo obtener fue un mes de reflexión y la promesa de guardar silencio con una y otra madre y de abstenerse hasta entonces de todo paso y de toda carta... promesa a la que él se apresuró a faltar en cuanto a este último punto.

El joven Maugirón hizo un signo con la mano para reclamar silencio y con voz aflautada dijo: El señor vizconde Cristián de Tragomer tiene la palabra sobre el error judicial y sus fatales consecuencias. En seguida se volvió á sentar y un silencio profundo se produjo, como si todos los concurrentes sospechasen que Cristián tenía revelaciones importantes que hacer.

De pronto creyó oír un extraño rumor a lo lejos y se estremeció, se abstrajo cuanto pudo de los ruidos de la sala y prestó atención profunda y llena de zozobra a aquel lejano rumor, que fue poco a poco creciendo en el silencio de la noche, haciéndose cada vez más claro y preciso.

Juanita siguió guardando silencio, sin decirle nada de lo ocurrido. Aquella noche estuvo Juanita inquieta y desvelada.