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Le digo a usted que cuando soltaba un ajo, que en ella eran signo de hallarse contenta, se quedaba uno embobado y sonriente como si escuchase una nota de ruiseñor. De las palabras no cuenta la estructura, sino el timbre y la intención; son como vasijas que, aunque de la misma forma, unas están hechas de barro y otras de cristal puro y contienen una esencia deliciosa.

Sorege me hizo un último signo de animación y casi desvanecida de fatiga y de angustia, me alejé de París, dejando tras de el horror de un doble crimen; el que yo había cometido y el que había dejado cometer. Jacobo inmóvil, temblando, miraba á Lea con más lástima que cólera. Estaba penetrado del horror de la situación en que aquella desgraciada se había encontrado.

Y había amado un poco a todas las mujeres que de él traían algún inconfundible signo, en el óvalo suave, en la sombra de una mirada serena, en la gracia de una actitud o en la ligera armonía del andar. Recordó la noche en que se explayara acerca de este tema, en una salita del Jockey Club, con Ricardo Muñoz.

Le apretó la diestra, hizo un signo de adiós, y bajando la cabeza espoleó á su caballo, perdiéndose en la noche, que empezaba á nacer. Marchó Watson hacia el pueblo, sintiendo en su interior la comezón de una conciencia que empieza á perder su tranquilidad.

Y él estaba como un hombre primitivo en el interior de una torre bárbara, sin otro signo de civilización que aquella luz macilenta que sólo servía para hacer más visibles las tinieblas, rodeado de un silencio trágico, como si el mundo se hubiese dormido para siempre. Adivinábase al otro lado del muro de piedra la sombra preñada de misterios y peligros.

Hizo un signo aprobativo la condesa de Monteros, española rancia, devota y un tanto severa. Yo no qué van a inventar ya pronunció reposadamente . He visto en esas tiendas elefantes, lagartos, ranas y sapos, y hasta arañas; en fin, los animalejos más asquerosos en adornos de señoritas.

Pero las personas acostumbradas á contemplar aquel signo de ignominia, podían hacerla sufrir también intensa agonía.

Cuando vio a Muñoz se entristeció, le tendió la mano casi con timidez. Sus ojos expresaban dulzura y seriedad. Lucía caminó rápidamente hacia ella. ¡Qué bonita estás! exclamó contemplándola con admiración. En seguida, para dejarla con Muñoz, le hizo un signo de inteligencia, agrandando los ojos y sonriendo; le dio la espalda y fue a tomarle las manos a Charito.

Ella hace con la cabeza un signo afirmativo, adoptando una expresión de dignidad, mientras sus ojos se llenan de malicia. ¡Pero si parece usted una muchacha soltera! No hace tanto tiempo que no lo soy dice ella riendo. Los dos, uno a cada lado del seto, se contemplan con curiosidad.

Si llega a desearlo... replicó la señora de Maurescamp arrugando su frente en signo de reflexionar... Pues bien, veamos... mañana a la tarde... después de comer... Justamente... mañana a la tarde no salgo... Yo lo informaré, y estad segura de que os adora.