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Era el Oriente que entraba en Europa, no como los monarcas asirios, por la Grecia, que les repelía, viendo en peligro su libertad, sino por el extremo opuesto, por la España, esclava de reyes teólogos y obispos belicosos, que recibía con los brazos abiertos a los invasores. En dos años se enseñorearon de lo que luego costó siete siglos arrebatarles.

El historiador del teatro español, que aspire á la perfección, debe por tanto, en cuanto se lo permitan las escasas noticias que existen, empezar su trabajo haciéndose cargo de los más antiguos monumentos, que demuestran la afición de los españoles á los espectáculos dramáticos, los cuales, á decir verdad, se pierden en la noche de los siglos.

Dícese en ella lo siguiente: Es más fácil que se tope En el mundo á cada paso Un Plauto, un Virgilio, un Tasso, Que en muchos siglos un Lope. Habrá escrito novecientas Comedias... de cuyas palabras se deduce, que las comedias de Lope, en el año de 1620, ascendían á más de novecientas.

No obstante, aun aminorada por el trabajo de los siglos, derruida y arruinada, la meseta que se extiende en la base de la montaña bastaría para acrecentar en algunos millares de metros la cumbre superior, si adquiriera nuevamente su primera posición en las hiladas de rocas.

En la Iglesia gótica hubo desgraciadamente sacerdotes indignos, contra cuyos escesos clamaron siempre los santos padres, dignos prelados y sabios cenobitas, lumbreras de la afligida grey de Jesucristo en la tormentosa noche de las guerras é invasiones de aquellos siglos.

Yo quisiera decir algo de ese clérigo que he visto en Maqueda, sucesor, a través de los siglos, del buen clérigo del Lazarillo. He hecho el viaje por saturarme de estos recuerdos de nuestros clásicos.

Y yo digo que si Su Santidad me mandase meter una cuarta de bayoneta por el ombligo a ese condestable, tenga usted por seguro que le metía dos. No. ¿Cómo no? rugió el capellán poniéndose carmesí. Porque el condestable ha muerto hace tres siglos. Me alegro. Tres siglos hace que arde en los infiernos.

No se diferenciaban los hombres de mar de los de tierra, en el vestido, al transcurrir los siglos XV y XVI, exceptuando las ocasiones de embarque de personas reales, que entonces los primeros recibían ropas de grana, por tradición conservada desde los tiempos de D. Alfonso el Sabio.

Roland, en sus memorias. Cuando, nutrida de historia, hube encarado la extensión del mundo, la sucesión de los siglos, la marcha de los imperios, las virtudes públicas, los errores de tantas naciones, me parecía mezquina, ridícula, atroz, la idea de un creador que entrega a los tormentos eternos a esos innumerables individuos, débiles obras de sus manos, arrojados sobre la tierra en medio de tantos peligros y en la noche de una ignorancia de la que tanto han sufrido ya.

En esta plaza de agua metida entre casas habían anclado sus pobres naves los primeros fenicios, viéndose sucedidos por los emigrantes de Focea en Asia Menor, marineros griegos que huían de la invasión de los persas. Las colinas calcáreas y desnudas inmediatas al puerto se cubrían de viviendas, y así nació Marsalia, que había de ser siglos adelante la señora del Mediterráneo.