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Ya no vió agitarse á los pigmeos en torno de sus extremidades, como si fuesen mudos y sólo hablasen por señas; hasta de los términos más apartados del edificio le llegaron olas rumorosas semejantes á los murmullos que agitan los bosques, distinguiendo en ellas las palabras ininteligibles que profería su numerosa servidumbre.

Entonces se puso á trabajar de nuevo, esto es, á componer con letras pegadas, bajo lo que había compuesto antes en la carta que había llevado consigo lo siguiente: «Me he procurado un medio de penetrar hasta la puerta de vuestro dormitorio, sin que nadie sepa que por vos he entrado en la casa; mañana habrá desaparecido de vuestra servidumbre la doncella Esperanza; no la busquéis porque no la encontraréis; no temáis nada por vuestra honra, porque esa Esperanza cree que estoy enamorado de ella y que sólo por ella voy.

El vasto edificio estaba sumido en el más profundo silencio, pues toda la servidumbre se había retirado a descansar, y sólo podía oírse el rasguear de la pluma sobre el papel. Larga fué la carta que escribió el Príncipe, y bastante tiempo tomó en leerla y hacerle algunas correcciones.

Este se desesperaba por no haber hablado ni una vez á solas con su novia, teniendo que contentarse con las rápidas palabras cambiadas al entrar y salir en la casa de su jefe ó con las cartas que llevaba y traía la aña complaciente. Pepita quería que se encontrasen en el jardín, á la vista de la servidumbre, creyendo esto menos censurable que recibir al ingeniero dentro de la casa.

26 Así que, yo de esta manera corro, no como a cosa incierta; de esta manera peleo, no como quien hiere el aire; 27 antes sujeto mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; para que predicando a los otros, no me haga yo reprobado. 1 Mas no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar;

Muy pronto la servidumbre me conoció: los dos perros no ladraban cuando llegaba al patio: la pequeña Clemencia, y Juan se habituaron a verme y no fueron por cierto los últimos en experimentar el grato efecto del regreso y la inevitable relación de los hechos que se repiten.

¿Y por qué? ¿Acaso vos, señor, no habéis querido perderme? Debí separaros de la servidumbre del príncipe y os separé; pero no os prendí como pudiera haberlo hecho; ni os desterré, ni aun siquiera os envié á nuestro ejército de Italia. Y habéis hecho muy bien, porque os conviene tenerme por amigo. ¿Que me conviene?

¡Ah! exclamó el rey... vuestra dignidad... no vuestro amor... ¡Mi amor! No lo merecéis. ¡Señora! Hablo á mi esposo, al hombre, no al rey... vos no habéis penetrado como rey en medio de vuestra servidumbre, con la frente alta, mandando; habéis entrado como quien burla, por una puerta oculta que yo no conocía. ¿Quién os obliga á ocultaros en vuestra casa?

Singuet elevó los ojos al cielo, pensando que su amo se había vuelto loco; pero M. L'Ambert, aparte de aquel maldito acento, gozaba de la plenitud de todas sus facultades. Interrogó por separado a toda su servidumbre, y se persuadió de su desgracia. ¡Ah, infame aguador! exclamaba, ¡ah, criminal! Echtoy cheguro de que habrá hecho alguna majadería.

Su belleza era un instrumento para sondear las conciencias, una llave para abrir secretos; y esta servidumbre resultaba peor que las anteriores, por ser irredimible. Había conseguido apartarse con facilidad de su vida de viajera amorosa y de mujer de teatro; pero el que entraba en el «servicio secreto» ya no podía salir de él.