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El aislamiento del pequeño mundo clerical era tan completo, que una muralla separaba la ciudad ó fortaleza eclesiástica del barrio aristocrático y el mercantil ó plebeyo. En aquellos tiempos en que la iglesia era militante y cada obispo un soberano mas ó ménos poderoso, el templo tenia por lo común el aspecto ó la posicion de una fortaleza, y cada canónigo tenia el aire de un combatiente.

Ciertamente, María Teresa no manifestaba claramente esta especie de menosprecio; pero su atavismo y su educación aristocrática, ahondaban el pozo que separaba a ella de Juan. A medida que transcurrían los años, la fuerza de las cosas tendía a separarlos.

Durante larga distancia se ve esta masa corriendo por un flanco del río sin mezclarse con él; pero los remolinos, los reflujos de toda especie causados por los accidentes del fondo y las sinuosidades de la orilla, consiguen al fin la fusión de las aguas; la línea que las separaba se borra poco á poco, gruesos y transparentes borbotones surgen del fondo á través de la masa cenagosa; las materias impuras, más pesadas que el agua que las arrastra, se depositan en los márgenes.

Estaba en un mundo nuevo y las mujeres de la ciudad, aquellas que él trataba en las tertulias caseras, le parecían seres de otra raza, viviendo lejos, muy lejos, en otro extremo de la tierra, de la que le separaba la inmensa sábana de agua. Vamos, señor testarudo; habrá que tratarle a usted como a un bebé.

Por el contrario, con sus delicadas atenciones y con su buen humor esforzábase en allanar el abismo que de ellos le separaba, y así vivían los tres sin tropiezos y en la más completa armonía. Necesario era que hubiese en la vida de familia virtudes y gracias particulares para unir de tal manera seres tan desemejantes en educación y en gustos. La Escritura había dicho con razón: Voe soli!

De cuando en cuando separaba la cabeza, porque me sentía sofocado, y aspiraba fuerte y prolongadamente el aire con un suspiro extraño que hacía reír a la hermosa. Según avanzaba la noche, iban cerrándose, uno a uno, los agujeros de luz que había en la calle.

Esta necesidad se impuso a su naturaleza de un modo tan imperioso, que no tuvo paciencia para salvar la distancia que le separaba de su casa, y se metió en la primera taberna que encontró al paso.

¡Viuda! gritó doña Clara, salvando de un salto la distancia que le separaba del bufón y asiéndole con violencia: ¡viuda habéis dicho! , viuda contestó el bufón desasiéndose de doña Clara con un ligero sacudimiento ; pero no quiero atormentaros antes de tiempo; podéis daros por viuda porque os lo roban. ¡Que me le roban! ¡, no volverá! Explicáos, ó por mi alma, llamo...

Petra dijo, sin rodeos, que había visto ella, con sus propios ojos, lo que jamás hubiera creído. El mejor amigo del amo, aquel don Álvaro que de día no se separaba de don Víctor... entraba de noche en el cuarto de la señora por el balcón y no salía de allí hasta el amanecer.

Era la carátula más grotesca que imaginarse puede, pues uno de los lados de su rostro parecía calabaza, y era tal el peso, que no separaba de aquella parte la mano. El Majito se metió de un salto en la tienda de la Sanguijuelera. Esta solía mimarle y le obsequiaba unas veces con piñones y otras con azotes. «Hola, lagartijilla, ¿ya estás aquí?... No enredes en la tienda, porque vas a cobrar.