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Sus devociones habían sido puramente decorativas, como llevar hacha en una procesión o sentarse en los bancos de preferidos cuando se consagraba un obispo... En fin, con estas tonterías de su mujer, estaba el pobre Pez, no en el agua, sino sofocado y aburridísimo.

Usted parecía enojado y cuando usted volvió a sentarse con nosotros vi que él se besaba la señal de la cruz y hablaba en voz baja con el compañero, como profiriendo una amenaza. ¡Para que usted lo viera, don Lorenzo! ¿Qué quiere que haga ese laucha? Era Martín, ¿no, Baldomero?

La animosa mujer fue a sentarse junto a su hijo, muy afligida. Todo el mundo estaba conmovido.

En este, despues de egecutadas las seis primeras posturas, consiste la septima en sentarse sobre los talones como en la quinta repitiendo: ¡Dios muy grande!

Soy del Toboso, de ese pueblo ilustre entre los pueblos ilustres. Un tobosino no puede ser traidor. Pero puede ser tinaja. No te rías; esto es serio. Estamos hablando de la cosa más grave, de la cosa más trascendental». Y era verdad que estaba serio. «No nos detengamos aquí dijo Isidora viendo que el estudiante buscaba un sitio para sentarse . Hace fresco. Sigamos. En otra parte hablaremos mejor.

Al sentarse, cruzaba la pierna para lucir la calza de seda y la hebilla de oro del zapato. Sus blancas manos regordetas parecían de mujer; pero los ojos aguileños y fuertes y la bronca voz, cuyos tonos profundos comunicaban su vibración a los objetos convecinos, denotaban hombría y reciedumbre. Sus breviarios ostentaban en la cubierta las armas de los Mendozas.

A pesar de todo, ya que sin querer he sido testigo de la pena de usted, si mi amistad y mi interés pueden proporcionarle algún consuelo... Tiene usted razón. Le es imposible cambiar en nada mi suerte, pero será depositario de mi última voluntad... Este es el único servicio que puede prestarme. Se levantó a cerrar la puerta y volvió a sentarse a mi lado.

Solía decirme que el sujeto que vivía en ella, el mismo que tenía por costumbre sentarse en las tardes de verano en la silla colocada en el exterior de la casa, era su amigo, aun cuando hacía mucho tiempo que no se veían y éste ignoraba si mi padre vivía aún. Creo que habían sido amigos en el extranjero, cuando mi padre había andado navegando.

No; aquí no dijo con un mohín de contrariedad . ¡Qué idea habernos citado en este sitio! Fueron á sentarse en las sillas de hierro, al amparo de un grupo de plantas, pero ella se levantó inmediatamente. Podían verla los que transitaban por el bulevar con sólo que volviesen los ojos hacia el jardín.

Miguel le preguntaba por señas: ella sonreía sin contestar. Entonces el joven se hizo el enojado y evitó a su vez el encontrarse con ella. Maximina comenzó a echarle miradas tristes y tímidas, que observaba riendo interiormente. Al fin, una noche por propia iniciativa, aquélla vino a sentarse a su lado.