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Nos sentamos en un sofá al concluir la pieza que habíamos bailado, y como yo tratara de guardar cierta distancia respetuosa, dejándose caer sobre el respaldo del asiento, e inclinando la cabeza graciosamente, me dijo: ¿Por qué tan lejos? Acérquese usted más... tome mi abanico, deme aire, me sofoco...

Cuando volvimos adonde estaba Mabel, la encontramos durmiendo tranquilamente, postrada por la fatiga. Entonces persuadí a su padre de que se quedara en mi casa aquella noche, con el fin de que la pobre niña pudiese descansar, y, como consintiera, nos volvimos al comedor, donde nos sentamos a fumar y permanecimos varias horas conversando.

Entramos en el primer salon del establecimiento y nos sentamos cerca de una mesa de mármol, limpia y lustrosa, sin manteles ni servilletas. En la targeta que nos dieron á la entrada, están notados todos los artículos disponibles en el establecimiento, con el precio de cada uno al márgen. La servilleta es el primero de aquellos artículos, y cuesta un sueldo por cada comida.

Dejáronle al fin en el sosiego que necesitaba; instalámonos en el salón contiguo; llegó la mujer gris con el brasero encogollado de ascuas resplandecientes; púsole en la caja que estaba allí, y nos sentamos alrededor de ella, sin perder de vista al enfermo, Mari Pepa, su hija y yo.

Esto digo yo de la sociedad de judíos. Más que del espíritu de Jehová, se acordarán indudablemente del tanto por ciento que se prometen del canal ó del ferro-carril. Entramos en el célebre restaurant de la Sílfide, nos sentamos, se llega un garçon ... pero basta por hoy, mis queridos lectores. Para mañana tengo un plan oculto.

Nos sentamos, pues, a la mesa... Cubierto suntuoso, flores, vajilla de plata, un cúmulo de piezas montadas. El conjunto muy bien... Se sirvió ante todo una copita de Jerez para hacer entrar en calor al estómago. El Jerez era bueno, pero la copa muy chica; y no pude conseguir que me sirvieran otra.

Cuando nos sentamos aceptando su invitación, él recogió su desteñido hábito carmesí y se sentó a nuestro lado. Le manifesté la sorpresa que me causaba encontrarlo allí, pero él se sonrió, y dijo: ¿Está usted decepcionado por no haber descubierto otra cosa?

No conozco a nadie en el mundo ni más que cuidar la huerta del convento. ¿Adónde he de ir? ¿Qué he de hacer? ¡Yo no puedo vivir sino aquí!» «Pues quédese usted con nosotros», le dije yo entonces. «Bien dicho, madre repuso mi hijo . Siete somos los que nos sentamos a la mesa; nos sentaremos ocho; comeremos más, y comeremos menos, como suele decirse

Mi tío se honraba todos los años dándole de comer y de almorzar el día de San Juan, y sus hijas le planchaban y rizaban la soprepelliz que se vestía para predicar. Pusiéronse encendidas como dos pimientos mis primitas al tener que contestar á mi saludo; tendióme una gruesa, morena y áspera mano el exclaustrado, abrazando en seguida á mi tío; y todos, en grata compañía, nos sentamos á la mesa.

Al llegar á casa, y después de felicitar sinceramente al exclaustrado por su discurso, lo cual no dejó de envanecerle un poquillo por la razón de gastar yo bigote y perilla y ser de la ciudad, nos sentamos alrededor de la mesa que ya estaba preparada, y empezó la comida, previo benedicite del franciscano.