United States or Mexico ? Vote for the TOP Country of the Week !


El vino de Jerez continuó con acento solemne el jefe del escritorio no es un advenedizo, un artículo elevado por la veleidosa moda; su reputación está de abolengo bien sentada, no sólo como bebida gratísima, sino como insustituible agente terapéutico.

La pobre joven estaba sentada en una silla, replegada, sombría, inmóvil, con la mirada fija, sufriendo de una manera visible, aterradora. Hubiera podido ver al bufón á no estar tan abstraída, pero no le vió.

La placera se puso en jarras al ver la escalonada tertulia que allí había, y cuando apreció quién estaba sentada en el lugar más alto, abrió medio palmo de boca, expresando su admiración de esta manera: «¡Bendito Dios! ¡El ama de la casa sentadita en la escalera, como una pobre que está esperando las sobras de la comida! Pero qué, ¿no está esa diabla? ¡Se ha escapado a la calle!

El gran tenor y sus triunfos figuraban en todas las conversaciones, y al fin, el pobre muchacho cayó en la tentación, no de oír el Otello de Verdi, sino de ver el bicho raro que abriendo la boca se tragaba cinco mil francos de una sentada.

»Aun no me contestó con una sonrisa triste y expresiva. »Luego, volviéndose al gobernador de la prisión, que entraba en aquel instante, le entregó una carta, que leyó vivamente, y, sorprendido en extremo por su contenido, la dejó caer sobre la mesa junto a la cual estaba yo sentada. Fijé en ella una mirada investigadora y me estremecí al ver unos caracteres que no me eran desconocidos.

El cual, aquella misma mañana en el pozo lleno de yerba, antes en el patio de la iglesia, por las callejas, cuando venían detrás del tambor y de la gaita, en el bosque, después en el carro de Pepe, donde venían juntos, casi sentada ella encima de él, sin poder remediarlo, más tarde en el salón, en todas partes y en todo el día le había estado dejando ver que la adoraba, «pero no se lo había dicho, por respeto... a fuerza de quererla tanto».

Por fin el joven, en el último grado de la turbación y del desconcierto, se aventuró a hablar, y dijo algo así como buenas tardes... y después: Yo creí que... y luego: De modo que usted, tía... «No, yo no me meto en nada declaró doña Lupe, que estaba sentada como presidiendo . Lo único que he dispuesto es traerla aquí para que frente a frente decidáis... Fortunata, siéntate».

Y permaneció sentada a su lado durante toda la noche, sin pegar los ojos. Jamás habló de ello a su marido, por temor de que matara a alguien; pero un día llegó a la posada un extranjero, y al servirle el café, le vio en el reverso de la mano una extraña cicatriz.

Entonces le llamó la atención una persona que, fija en la esquina, la miraba con tenacidad. Segura de que no era él volvió la cara, y no se cuidó más de aquella persona. Cerró el balcón, porque sentía fatiga y mucha necesidad irresistible de dormir. Fué á su cuarto, y sentada en una silla, recostó la cabeza sobre la cama.

Era un campo de figura irregular, más verde que los contiguos por tener riego, todo él circuido por dos filas de avellanos, cuyas ramas, saliendo de la tierra en apretado haz, tomaban la forma de enormes ramilletes. La figura de Rosa sentada en medio y la de las vacas que, diseminadas, mordían tranquilamente la yerba, resaltaban como puntos negros sobre el verde claro del césped.