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Puso él de su parte cuanto pudo; ayudó en gran manera su clara inteligencia, y pocos meses después empezaba su imaginación a adivinar nuevos horizontes, llenos de promesas gloriosas, en la senda a que se le destinaba.

Verdad es, que, después de la gloriosa conquista de Granada, se había cerrado la senda abierta en su país al espíritu guerrero; pero también lo es que al mismo tiempo se presentaba fuera de él nuevo y más anchuroso campo.

Pero antes de alcanzar tanta dicha, antes de subir a tanta alteza, ¿qué pruebas de bondad no habrá dado el alma? ¿Por qué áspera senda no habrá tenido que trepar, activa, atenta y persistente?

En una senda abandonada y triste que recorren tan sólo ángeles malos, una extraña Deidad la negra Noche ha erigido su trono solitario; allí llegué una vez; crucé atrevido de Thule ignota los contornos vagos y al Reino entré que extiende sus confines fuera del Tiempo y fuera del Espacio.

La nueva generación de dramáticos emprendió en esta parte nueva senda, no entregándose á producir sin plan ni concierto, y en virtud de ese fuego que los devoraba, composiciones baladíes, sino que profesó más respeto al público, guardando más las leyes eternas de todo arte cuyo principio fundamental es la perfección en la forma, y la simetría íntima de las distintas partes de su conjunto.

Lo que nunca pensó hacer el poder colosal de España durante su larga dominacion en el Nuevo Mundo, lo egecutó un pobre religioso, que en su fragil canoa se lanzó entre un enjambre de bárbaros por una senda desconocida.

Excelente es la escena que sigue, en que Don Diego revela su apasionada alegría al acercársele su hijo, y su satisfacción viendo su honor vengado y el valor hereditario de su familia; exhorta á Rodrigo á persistir en la heróica senda comenzada peleando contra los moros, obedeciéndolo su hijo, después de recibir su bendición.

En peligrosos pasos anda el mancebo dijo don Francisco ; sobre resbaladiza senda camina; sigámosle, y procuremos avizorar y prevenir, no sea que su padre nos diga mañana: con todo vuestro ingenio, no habéis alcanzado á desatollar á mi hijo. Y Quevedo seguía cuanto veloz y silenciosamente le era posible, á la joven pareja que le precedía en las tinieblas.

Mudo testigo que recuerdas hechos y edades pasadas ¡Cuántos lances has mezclado en tus murmullos! ¡Cómo han corrido mis pensamientos tras de tus ondas! Aquí me tienes otra vez, fuente deliciosa. Yo soy aquél que en otro tiempo turbaba tu tranquilidad, con regocijo infantil. Yo soy quien a la sombra de los árboles que te rodean, soñé con la gloria cuya senda veo hoy oculta por negros nubarrones.

El día era frío y obscuro: cubrían el firmamento espesas y cenicientas nubes ligeramente movidas por la brisa, lo que permitía que de cuando en cuando se vislumbrara un rayo de sol que jugueteaba en la estrecha senda.