United States or Cameroon ? Vote for the TOP Country of the Week !


7.º A fojas 26 del cuaderno segundo depusieron los caciques de Rio Bueno, Queupul, Neyguir, Payllalao, Teuqueñen y Millagueir, que era cierto que estaban allí tales españoles, obligándose á enseñar la poblacion y á poner á los nuestros con el cacique Cañilef en parage donde la divisasen, y lo mismo aseguraron á Francisco Agurto, Blas Soto, Miguel Espino y Tomas Encinas, los caciques Antili, Guayquipagni, Tagollanca, Leficura, Cariñancú, y otros seis mas, segun consta de la carta de fojas 35 de este propio cuaderno segundo, cuyas noticias confirmaron al cadete D. Manuel de la Guarda: añadiendo el apronto de sus lanzas, y que era preciso para ir sin susto, que la marcha para el descubrimiento debia ser por el mes de Setiembre, y antes de que se abriese la Cordillera, para no tener así temor de que los Peguenches y Puelches saliesen á impedirles el paso.

19 los hijos de Hasum, doscientos veintitrés; 20 los hijos de Gibar, noventa y cinco; 21 los hijos de Belén, ciento veintitrés; 22 los varones de Netofa, cincuenta y seis; 23 los varones de Anatot, ciento veintiocho; 24 los hijos de Azmavet, cuarenta y dos; 25 los hijos de Quiriat-jearim, Cafira, y Beerot, setecientos cuarenta y tres; 26 los hijos de Ramá y Geba, seiscientos veintiuno;

Debe, pues, dejar pasar la primera batería, es decir, contar seis cañones, seis cajas y en seguida vendrá él... Es él, en efecto, envuelto en su gran capa, y es él, el primero que la ve y la reconoce. Unos momentos antes recordaba un largo paseo que hiciera con ella, al caer la tarde, hasta este terrado. Levantó los ojos hacia donde recordaba haberla visto y la encontró allí mismo.

Al fin, después de encender su pipa con una astilla, reanudó su relación, diciendo: Abandoné el mar, volví aquí al lado de mi esposa y pasaron seis años sin que supiera nada del italiano, hasta que un día, con aspecto de un hombre de recursos y vestido con un traje nuevo y sombrero duro, también nuevo, se presentó a verme.

Amaneció el Señor y salimos del calabozo. Vímonos las caras, y lo primero que nos fue notificado fue dar para la limpieza, como si en una noche lo hubiera yo ensuciado todo, so pena de culebrazo fino. Yo di luego seis reales; mis compañeros no tenían qué dar, y así, quedaron remitidos para la noche.

Hija de los duques de Bretaña, casada con un antiguo gobernador del Senegal, la duquesa llevaba un sombrero de paja teñido de negro cuyas cintas se retorcían como bramantes. Un velillo de imitación, agujereado por cinco o seis sitios distintos, mal ocultaba su cara, dándole además un aspecto extraño.

Al acordado son de dos órganos portátiles, entonaban himnos 27 cantores entre ellos ocho con jubones y guirnaldas en las cabezas y además seis ángeles tañendo instrumentos y cuatro profetas con sendas filactérias de oropel , siguiendo luego la «rocaque como los «pasos» de nuestras procesiones era transportada ó empujada por hombres.

En esta celda velaban siempre de día y de noche, tres de los Seis, con orden de defender la puerta que daba a la otra celda, en caso de ataque, mientras les fuera posible; pero dado que los asaltantes parecieran próximos a triunfar, Henzar y Dechard, uno de los cuales se hallaba siempre allí, tenían orden expresa del Duque de separarse de sus compañeros, entrar en la celda inmediata y matar al Rey.

Había ochenta y un días que el armada estaba allí, y viendo que ya me faltaba el agua y no la había para poder dar más ración que dos ó tres días, determiné de salir á dar la batalla, como lo había propuesto desde el principio, y ansí, dejando la parte por donde más fácilmente y sin peligro de ser sentido podría salirme, paresció mandar abrir una puerta que estaba tapiada á la parte de la marina y sacar por allí la gente, porque bajando la mar había harta plaza para ponerla junta, y en aquella parte no hacían centinela los turcos, y por todas las otras partes las tenían pegadas con el fuerte y era imposible salir un hombre sin que fuese sentido, y orden que seis capitanes de todas naciones tomasen la vanguardia con 300 soldados, é que yo con la demás gente é capitanes é hombres particulares, que serían otros tantos, los seguiría, dejando algunos capitanes á la retaguardia con orden que hiciesen caminar adelante la gente y degollasen á todos los que se retirasen, y á el primero si lo hiciese, porque aquella salida no era para volver al fuerte sin victoria, y esto, poniéndome yo á una parte de la puerta y á la otra Maroto, Sargento mayor de la infantería española de Nápoles, lo estuvimos diciendo á toda la gente que salía.

No fué, porque no pudo; porque los ochenta pesos de su sueldo no le alcanzaban para comer, pagar la casa... y las cuentas de Quilito, la esperanza y el orgullo de la familia. ¿Qué le diría el jefe al día siguiente? Iba a entrar en la oficina sin hacer ruido, tratando de no llamar la atención, y sin chistar se sentaría en su despacho y trabajaría hasta las seis, sin levantar cabeza.