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No: te dejará morir de hastío en esta cárcel. Lo ; conozco bien á ese loco. ¡Oh! se interesa por : estoy segura de ello. ¿Nada más que eso? ¡Se interesa! Padece mucho al verme así exclamó Clara con dolor. ¡Oh! Las tres pécoras de esta casa me la han de pagar. ¿Pero es cierto que te mortifican? ¡Oh! me consumo dijo Clara sin poder contener una triste franqueza.

Bien claro le leía Nieves esta trasfiguración en los ojos y en las actitudes, y se embebecía contemplándole así, segura de no ser observada por él, que llevaba toda la mar, toda la brisa y el barco entero y verdadero metidos en la cabeza.

Juanita contestó riendo: Te encierro para estar segura de tu neutralidad. No te quiero por aliada, sino por testigo. Cállate y mira. Doña Inés, bastante enojada, replicó todavía: Abreme. ¿Tendré que arrepentirme de haberme fiado de ti? ¿Qué burlas son estas? Perdóname, perdóname dijo Juanita con voz suplicante y dulce . eres madrina, mi protectora y yo no quiero ni debo burlarme de ti.

eres mi mamá, mi nueva mamá. ¿No zabez, no zabez que mi otra mamá se ha marchado y que no volverá? Ya no vivo con mi otra mamá. Ahora tengo que vivir con papá y contigo. ¿Hace mucho tiempo que estás aquí? preguntó de mal humor Lady Clara. Me parece que hace tres días contestó Carolina después de una pausa. ¿Te parece? ¿No estás segura? dijo con sorna Lady Clara. ¿Pues, de dónde viniste?

Por fin la dio: «¿Jacinta?... No, aquí no está». Poco más hablaron las dos damas, y Guillermina volvió al lado de la visita; pero la falsedad que se había visto obligada a decir trastornaba de tal modo su espíritu, que no parecía la misma mujer de siempre, segura, impávida y tan dueña de su palabra como de sus actos.

Por ella se ve que la experiencia es no solo posible, sino absolutamente necesaria en todo ser pensante; pues que la conciencia es ya de suyo una experiencia, y la mas clara y segura de las experiencias.

¡Ay! á juzgar por la tristeza y terror que se revelaban en las miradas del pobre eclesiástico, la batalla estaba siendo muy ruda sin que pudiera decirse que la victoria fuera segura. EL M

Zuzie dice Bettina, voy a recordaros hoy vuestra promesa. ¿Os acordáis de lo que pasó entre nosotras la noche de su partida? Convinimos en que si a su vuelta yo os decía: Zuzie, estoy segura de amarlo, vos me permitiríais dirigirme a él francamente y preguntarle si me quería por esposa. , os lo prometí. ¿Pero estáis segura? Completamente segura.

Hija afectuosa y sumisa, amiga generosa y segura, madre tierna y abnegada, esposa exclusivamente consagrada a su marido, la duquesa de Almansa era el tipo de la mujer que Dios ama, que la poesía dibuja en sus cantos, que la sociedad venera y admira, y en cuyo lugar se quieren hoy ensalzar esas amenazas, que han perdido el bello y suave instinto femenino.

¿Y el señor cura, viene alguna vez? La mujer exclamó duramente: ¿El cura?... No, por cierto... A ese ni lo conozco. Estoy segura de que vendría si usted quisiera verlo. ¿Para qué? Hizo un movimiento brusco de protesta y cayó pesadamente, sin poder incorporarse. ¿Qué iba a hacer aquí el cura?... No quiero sotanas ni hombres negros a mi alrededor.