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La tripulación cambiaba constantemente; nosotros los vascos, en un período largo seguimos siendo los mismos, hasta que en uno de los viajes se fué Ugarte, el piloto, y lo sustituyó otro, con el mismo nombre y apellido. En barcos como aquél no había que fiarse de los nombres ni pedir los papeles a nadie.

Después siguió adelante, siempre a lo largo de un costado de la gigantesca caverna que cruzábamos, y nosotros lo seguimos, acercándonos cada vez más a esas ruidosas aguas, hasta que al fin nos ordenó pasar, y se puso a examinar las toscas y escabrosas murallas sobre las cuales resplandecían grandes estalactitas brillantes.

Seguimos andando, y en otro sitio encontramos algunos cadáveres, que D.ª María, con heroísmo sobrenatural, examinaba cara a cara hasta convencerse de que su hijo no estaba allí.

La noche seguía tibia y estrellada: a la puerta aguardaba una larga fila de coches, que nos fue preciso evitar. Ya no había en las calles el movimiento de las primeras horas, pero con todo, seguimos las más solitarias. Teresa no quiso aceptar mi brazo como antes.

De los nuestros murieron diez, y algunos heridos que enviamos á la Asumpcion, los demas seguimos á los enemigos hasta Froemidiere, donde se habia metido el cacique Mayrairú con sus indios.

A las seis y media seguimos, costeando, y haciendo las mismas diligencias que ayer, hasta las once y media que paramos en un arroyo chico, habiendo caminado nueve leguas por el rumbo del NO: hallamos buenos pastos y algunos arroyos buenos; observamos en la latitud de 37 grados 57 minutos. A las tres continuamos la marcha, y á las cuatro paramos en otro arroyo de igual circunstancia.

CAP. XXXI. De como seguimos el camino del Maìz. Pasados dos dias, que alli estuvimos, determinamos de ir

Al amanecer seguimos la marcha á los Manantiales de Galeliar, donde llegamos á las ocho: á cuya hora hicimos el reconocimiento de este terreno, el que no nos pareció á propósito para fortificacion ni poblacion: lo primero por hallarse en un bajo, lo segundo por carecer de pastos, lo tercero por una pequeña laguna que tiene, donde se recoge un poco de agua de los manantiales.

No es aún hora de almorzar; seguimos la calle de Montmartre hasta la calle paralela á la de Rousseau, y tiramos por ella hácia la plaza de las Victorias, donde mi mujer tenia que comprar algunas frioleras; si bien no son frioleras para , puesto que me ponen en un potro, á causa de ignorar sus nombres en francés. Tambien es cierto que los ignoro en español.

No hubo cambio alguno. Repito que los planes que nosotros seguimos son múltiples, que son muy numerosos. Es cierto que no fui a Londres, pero hice otras cosas, no menos útiles. Usted no quiere decir cuáles son esas cosas, y hace bien, porque así insinúa usted la idea del deber sectario. Pero otro deber, que con más facilidad se comprende, le impide a usted confesar sus relaciones con la Natzichet.