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Mientras subían el telón seguimos charlando, aunque muy bajito: se había establecido entre nosotros una gran intimidad, y me abandonó una de sus manos que yo acariciaba embelesado. Sabía música, pero había ido al teatro pocas veces; así que las melodías inspiradas de la ópera de Bellini le causaban profunda impresión, que se traducía por un leve temblor de las pupilas y los labios.

Díle un poco de bizcocho y unas cintas, y generosa, echando mano á sus mochilas, me regaló todos los choclos y zapallos que traia, y se fué: estando comiendo llegaron otros dos indios Sinipés: comieron conmigo, y se fueron. Seguimos nuestro camino, y habiendo andado 16 leguas este dia, paramos junto á unas barrancas salitrosas; su altura de tres varas.

He dicho quando los hay, porque nuestros mayores han trabajado en abrir las sendas para hallar la verdad, y somos tales, que por ignorancia, desidia, ó mala instruccion, no las seguimos, y así nos gobernamos con opiniones vanísimas. Si esto hacemos en los caminos abiertos, ¿qué se podrá esperar de nosotros en el discurso de las cosas en que todavía están por descubrir?

Seguimos andando, y por dos o tres veces me prodigó los mismos elogios. Yo principiaba a cobrar aborrecimiento a mi estupenda caballerosidad. La sangre de lord Gray corría en surtidor espantoso delante de mis ojos. Desde hoy, valeroso joven, ha adquirido usted el último grado en mi estimación, y le daré una prueba de ello. Tampoco dije nada.

A la una volvimos á marchar hasta las cuatro y media, que paramos en una laguna accidental, llamada del Cairú: se anduvo 4 leguas por el rumbo del ONO; hallamos buenos y fértiles pastos en este camino. Dia 12. A las siete seguimos la marcha en igual forma. A las nueve paramos en el Arroyo de Barranca, que sale de las Sierras del Cairú.

Habiendo descansado como dos horas, poco mas ó menos, seguimos nuestra derrota, y en todo el dia no hallamos agua, por cuyo motivo se nos rindieron algunos caballos, viéndonos precisados á dejarlos y á parar á puestas del sol: habiéndose adelantado los indios en solicitud de agua, no comiendo nada este dia por defecto de leña y agua. Dia 7.

Poco después, como tratase de despedirme de él para unirme de nuevo a las monjas, me retuvo por el brazo. ¡Vamos, hombre, no haga usted más el oso! dijo riendo. ¿No le parece a usted que basta ya de guasa? ¿Cómo guasa? exclamé confuso. No contestó y seguimos paseando. Al cabo de unos momentos, la vergüenza que se había apoderado de , hizo lugar a la cólera.

La tarde era ideal, tan pura y diáfana como las del mes de agosto, y menos calurosa, por cuanto ya habíamos entrado en el mes de septiembre. Seguimos el paseo de las Delicias, a la orilla del río. Había bastante gente a pie y en carruaje. El conde era muy saludado. No tardamos en salir del paseo y entrar en la carretera que conduce a Tablada, donde los toros se hallaban.

A las nueve seguimos la marcha en busca del Rio de las Flores, seguimos al SE 5 grados E, y caminamos 7 leguas. Paramos en una laguna de poca y mala agua; pero habiendo hecho escavar la tierra, manó á las tres cuartas agua muy especial y fresca. Dia 14.

Rouanet, ob. cit., III, 488, v. 126. 'su señorías', en Parte XXI. Estos dos versos van atribuídos a Nuño en Parte XXI y a Tello en la Suelta, a la que en este caso seguimos. Falta en Parte XXI. Lo tomamos de la Suelta, como hace el señor Restori en su reseña de la edición académica de Lope. Zeitschrift für romanische Philologie, XXVI, 512. mos, nos. V. Rouanet y Kohler, obras cit.