United States or Gambia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Llegó a , y viendo que no tenía ningunas, porque me las habían quitado y metídolas en una casa a secar con la capa y sombrero, pidióme, como digo, las armas, al cual respondí, todo sucio, que si no eran ofensivas contra las narices, que yo no tenía otras. El miedo me disculpó la ignorancia, y el sucederme la desgracia tan de repente.

Mézclese; agítese el frasco, y con un paño de batista se frota suavemente la cara, dejándolo secar. PARA LOS ROSTROS DEMASIADO PÁLIDOS. Cuando el color es demasiado pálido, se disuelve una cucharada de sal en un vaso de agua, se friccionan las mejillas todas las mañanas con esta solución, y se devolverá poco a poco a la cara los colores de la salud, porque se habrá activado la circulación.

Eva trabajaba igualmente. No era floja labor limpiar los mocos, todas las mañanas, á siete docenas de niños, lavarlos y ponerlos á secar al sol, é impedir que se peleasen entre ellos hasta la hora del almuerzo. Pero su vida estaba agriada por otras preocupaciones. Al encontrarse fuera del Paraíso, sintió inmediatamente los primeros tormentos del pudor y de la vergüenza.

Se enjuaga en agua caliente que contenga un poco de sal común. Se extiende y sacude la tela, poniéndola a secar inmediatamente en sitio bien ventilado. LIMPIEZA DE ACERO. Para que el acero conserve su brillo, basta pasar un pincel mojado en aceite mezclado con hollín tamizado, y frotarlo en seguida hasta que el metal recobre su brillo.

Por algún tiempo se aficionaron a la mecánica, y todos los días iban a ver desde un desmonte poner placas giratorias en las cercanías de la estación del Norte; otra temporada se dieron a la construcción, entreteniéndose en ver levantar piedras en edificios nuevos; después mostraron afición a la industria, contemplando en los balcones de la calle del Peñón las tripas de las mondonguerías, y hasta hicieron observaciones de carácter fabril en la Ronda de Toledo con las tiras de fósforos de cartón puestos a secar al sol.

El joven, pues, le dijo tomándola afectuosamente las manos y atrayéndola hacia su pecho hasta sentir latir su corazón: Vaya, vaya, querida hija mía, ¿quieres secar esas lágrimas y responderme cuerda y razonablemente? ¿No estoy aquí yo, tu protector, tu marido? Cuéntamelo todo en detalle. ¿Qué quieres que te diga, Raúl? Tu madre me ha echado. ¡Echarte!

Echando una mirada a lo alto del tejado, vio la Delfina que por encima de este asomaba un tenderete en que había muchos cueros, tripas u otros despojos, puestos a secar. De aquella región venía, arrastrado por las ondas del aire, un olor nauseabundo. Por los desiguales tejados paseábanse gatos de feroz aspecto, flacos, con las quijadas angulosas, los ojos dormilones, el pelo erizado.

Una vez, después de muchos días que faltaba de esta casa, vino a verme y me halló sola. Al darme la mano lloré; sin hablar me inspiró el infierno una maldita elocuencia muda, y le di a entender mi dolor porque me desdeñaba, porque no me quería, porque prefería a mi amor otro amor sin mancilla. Entonces no supo él resistir a la tentación y acerco su boca a mi rostro para secar mis lágrimas.

Y no era sólo la pena de ver desaparecer para siempre a una persona hacia la cual sentía amor, afición, querencia increíble; era además una necesidad de desahogar su corazón por penas atrasadas y que sin duda no estaban bien lloradas todavía. Pronto desapareció el carro, y de Mauricia no quedó más que un recuerdo, todavía fresco; pero que se había de secar rápidamente.

Cierto es que hubieran podido secar al sol los moluscos; pero esta operación requería mucho tiempo, y no podían disponer de él a causa de la hostilidad constante de los salvajes. Como había observado el piloto, no era probable que los australianos hubieran transportado muy lejos las pailas, tanto por su peso, relativamente grande, como por su ninguna utilidad para ellos.