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¿Es falso que entró usted en la habitación de mi amo diciendo: «¡Padre, aquí me tiene usted!», y que mi amo, sin contestar palabra, se levantó de la silla, la cogió a usted por un brazo y la puso de patitas fuera del gabinete? ¡Mentira!... Esa mujer está loca... Por salvar a su amo inventa una calumnia.

Diez mil animales, quince mil, tal vez más, se habían perdido... ¡Qué hacer! decía Madariaga con resignación . Sin tales desgracias, esta tierra sería un paraíso... Ahora lo que importa es saber salvar los cueros.

23 Y, los otros, cierto, fueron muchos sacerdotes en cuanto por la muerte no podían permanecer; 24 mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene el sacerdocio intransferible; 25 por lo cual puede también salvar eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para rogar por ellos.

Y callaba igualmente su pelea con el amo, después de salvar a Mari-Cruz; la franqueza con que le había censurado y el arrebato de don Luis queriendo abofetearle, como si fuese un matón de su comitiva.

Si me atreví á pedir á V.M. ese favor, fué por los servicios que ha prestado el chico á nuestra santa causa, uniéndose á esos admirables, aunque indirectos, instrumentos de justicia que esta noche van á salvar la patria. Tu sobrino merece el destino, y punto concluido. Aquí tengo el decreto dijo el Rey mostrando uno de los papeles.

¡Jesús!... ¿Qué ha sido eso? ¿Quién se ha caído al agua? ¡Hija mía de mi alma! ¡Marta!... ¡Marta!... ¡Dejadme..., dejadme salvar a mi hija! Ya está salvada, don Mariano; no hay necesidad de que usted se arroje al agua.

¿Conque somos decididamente enemigos? dijo don Francisco. Aún hay un medio de entendernos. ¿Cuál? Entre mis bienes dotales, tengo yo hacienda cerca de Nápoles. ¡Oh! pues entonces... No puedes dudar de mi amor. Necesito una prueba. ¿Cuál? Permanece aquí, deja á mi cuidado el salvar á ese don Juan, y cuando esté en salvo, partiremos juntos. A don Juan no puede salvarle nadie más que yo.

Si así ocurriera y fuese yo quien lo hallara, juro por mi nombre no revelarlo a nadie en este mundo. ¿Qué me importan a las hijas de los demás? ¿Vienen acaso sus padres a salvar ahora a la mía? »Cuando el doctor se expresaba de este modo, entró la señora Braun a decirnos que había despertado Magdalena.

Delicadita de gusto había de ser, a fe mía, la que a usted le hiciese fo, don Federico. ¡Jesús!, no diga usted lo contrario, que parece burla. Pues si la mujer que usted quiera, ha de ser la más feliz del mundo entero. ¿Lo cree usted así, mi buena tía María? Como me he de salvar, don Federico; y la que no lo fuese, era preciso asparla viva.

Tal es la desgracia que ocurre ya en algunas regiones del Mediodía, en la Provenza, en España, en Italia, en la India. A su salida de los montes, el susurrante arroyo parece que vaya á salvar de un sólo salto la distancia que le separa del mar; su espuma choca contra las piedras, corre precipitadamente por las pendientes y llena las depresiones profundas de un azul insondable.