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Pregúnteselo usted a tía Tomasa. Hasta dicen que si son tan amigos es porque ella le fabrica cierta untura que le sienta como de mano de ángel. Lleva un perro rabioso agarrado a salva sea la parte, y por eso tiene ese genio insufrible. La mañana que se levanta de mal teque, tiembla el palacio y después toda la diócesis. Es un hombre bueno, pero cuando le muerde detrás la mala bestia, hay que huir.

28 Porque decía: Si tocare tan solamente su vestido, seré salva. 29 Luego la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que era sana de aquel azote. 30 Y luego Jesús, conociendo en mismo la virtud que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? 31 Le dijeron sus discípulos: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?

Mira si tendrá malas ideas... Luego dice que se salva. ¡Como no se salve esa...! Me ha dicho Severiana que cuando delira fuerte, siempre se sale con eso, con que va a sacar del Sagrario la custodia y a guardarla en su baúl, o qué yo qué.

Algunas veces, entre patatas deshechas hemos encontrado esas cositas negras como carbón que llaman trufas, y que los señores pagan como si fuesen de oro. Así está el chiquillo que me sirve: colorado y gordote como un arcipreste. No se le puede pellizcar en salva sea la parte, de duro que está, y cuando le tomé, traía más hambre que un lobo... Yo tengo muy buenos parroquianos, Isidrín.

Este matrimonio, por extravagante que parezca a primera vista, y aunque a usted un nieto que no es de su sangre, asegura a la señorita Germana un fin dulce y tranquilo y una prolongación de la existencia; salva la vida a la señora duquesa, y, en fin... Me da a cincuenta mil libras de renta, ¿no es eso? Pues bien, querido doctor, le doy a usted las gracias.

Azorín contesta que aún dura ese café. De pronto estalla en la sala una larga salva de aplausos. Y el viejo tiende los brazos hacia Azorín, lo abraza y llora en silencio. Estos son unos viejos, muy viejos. Llevan un pantalón negro, un chaleco negro, una chaqueta negra de terciopelo. Esta chaqueta es muy corta. Ya casi no quedan en el pueblo más chaquetas cortas que las de estos viejos labriegos.

Se ven á lo lejos abiertas las puertas del infierno, y á Jesucristo como juez, con una espada de fuego en la mano, dispuesto á condenar á Dionisio á la muerte eterna; pero á su lado se hallan Santo Domingo y la Virgen María, que se esfuerzan en mover su compasión hacia el pecador, por la devoción que ha demostrado siempre al santo Rosario, y en efecto, su respeto á ese signo religioso lo salva de la condenación á que estaba ya destinado.

Una música sumisa e invisible les hizo salva al llegar y les regaló los oídos mientras comían. Criados, invisibles también, iban trayendo los platos y sirviendo admirablemente la mesa. Todo esto lo veía y notaba la lavanderilla, que sin ser vista ni oída, había seguido a aquellos señores, y estaba escondida en el comedor detrás de un cortinaje.

Un hombre salva á su patria, por un sentimiento de vanidad, ó con un fin de ambicion ó de codicia: su accion salvadora, no es mirada como un acto virtuoso.

Cada loco con su tema; la locura de mi pariente es arreglarlo todo con números... Con ellos se ha enriquecido, robando a la Hacienda y a los parroquianos; con ellos quiere al fin de la vida salvar su alma, y a los pobres nos recomienda la medicina de los números, que a él no le salva ni a nosotros nos sirve para nada. ¿Con que acierto? ¿Fue esto lo que te dijo? , señora.