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Al terminar el juego se marchaba, apoyada en un brazo de Valeria, saludando á todos con una amabilidad extenuada y victoriosa. Algunas veces, como una enferma que se deja nutrir á regañadientes, aceptaba los sándwichs y la taza de que su acompañante hacía traer á la mesa de juego. Una noche ¡noche memorable! se cerró el Casino sin que ella cesase de ganar.

Pero ahora, dejad aquí á vuestros escuderos, seguidme de cerca y creo que el príncipe no vacilará en recibiros fuera de turno, cuando sepa qué par de veteranos ilustres están haciendo antesala. Los señores de Morel y Butrón siguieron al de Chandos, saludando á su paso entre los grupos de nobles á muchos antiguos compañeros de armas.

No, a mi casita insistió la abatida Comadreja . Si va conmigo una fiebre, quiero estar en mi cuarto. Ea, adiós. Toma mi mantón siquiera porfió la Tribuna. Bueno, venga.... ¡Brr!, estoy hecha una sopa. Y Ana, saludando con su esqueletada mano, ademán que indicaba un resto de intención festiva que aún retoñaba en ella, tomó el sendero que conducía al camino real.

Juan saltó al andén, la contempló durante un instante con pasión y saludando por última vez se perdió entre la multitud. Mientras el tren se ponía en movimiento, la señora Aubry murmuró: ¡Qué excelente joven es Juan! ¡Ciertamente! Y hombre de gran mérito, además, querida esposa. , un excelente amigo, madre.

La veía con el rosario al puño, la silla de tijera al brazo y la mantilla sobre los ojos, como cuando pasaba por frente a su puerta saludando a su madre, la cual decía con aire protector: Esa doña Pepa es muy buena; un alma de Dios... La única persona decente de su familia. ; quien es; la conozco, dijo Rafael. Pues esa señora extranjera continuó don Andrés es sobrina de doña Pepa.

Se apiadó al enterarse de lo escasa que era su prole; sonrió un poco ante el entusiasmo con que el viejo hablaba de su hija, saludando á Fraulin Chichí como un diablillo gracioso; puso el gesto compungido al saber que el hijo le había dado grandes disgustos con su conducta.

Púsose el niño muy encarnado, corrieron de nuevo sus lágrimas y con verdadera efusión llevó por segunda vez a sus labios la mano del religioso. Poco a poco fueron desfilando los carruajes, y cesaron al fin los gritos de despedida. ¡Adiós!... ¡Adiós!... repetía el anciano. Todavía aparecían algunas manitas saludando a lo lejos por las ventanillas de los coches: ¡Adiós!... ¡Adiós!...

Más de mil bocas fueron saludando al solitario de la terraza con silbidos alegres, hurras ó gritos ininteligibles, que servían de escape á una juventud exuberante, hambrienta de peligro y de gloria, regocijada y curiosa á través de un mundo viejo que para ella era nuevo.

Seguid, seguid haciendo vuestro equipaje, señora, que hemos de marchar esta misma noche; entre tanto descuidad, que yo he de traeros antes de media hora á don Juan. Y Quevedo, saludando á doña Clara y evitando prolongar la conversación, salió, porque le tardaba saber lo que hubiese de cierto en el negocio.

La señá Eufrasia era la única que intentaba consolarlos con sus palabrotas enérgicas. Los demás, enardecidos y contentos por la proximidad de la tierra soñada, volvían la cabeza, huyendo de sus lamentaciones. Subido en un caramanchel, un hombre tocaba la gaita, saludando a Buenos Aires con el mugido melancólico del inflado pellejo. En el castillo de proa sonaba la flauta pastoril de los árabes.