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Luego pensó que siempre encontraría en los despachos de bebidas de Salta algún «amigazo» de buena voluntad que quisiera encargarse de los restantes, y emprendió el camino montado en un jaco que por el momento era toda su fortuna.

Tragomer fué el primero que tomó la palabra y dijo con su habitual sangre fría: Mi querido Jacobo, tu sincera confesión tiene el mérito de no dejar duda alguna en nuestro espíritu. Adivino en la satisfacción de Marenval que la verdad le salta á los ojos como á . Perfectamente, apoyó Cipriano. Es claro como la luz del día.

Quería la infeliz desechar las ideas que la volvían loca, aquellas emociones contradictorias de la piedad exaltada, y de la carne rebelde y desabrida; quería palabras dulces, intimidad cordial, el calor de la familia... algo más, aunque la avergonzaba vagamente el quererlo, quería... no sabía qué... a que tenía derecho... y encontraba a su marido declamando de medio cuerpo arriba, como muñeco de resortes que salta en una caja de sorpresa.... La ola de la indignación subió al rostro de la Regenta y lo cubrió de llamas rojas.

Mas en aquel punto, a los amigos del novio, representantes genuinos del elemento más vigoroso y masculino del batallón, se les despierta repentinamente el sentimiento de su fuerza y del poder muscular de sus piernas. Un teniente salta la acequia. Un capitán, por no ser menos que el subalterno, también lo hace, pero se moja los pies.

El riachuelo, siempre variando, diferente siempre, salta sobre las rocas; en algunos puntos se extiende como tranquila laguna, turbada sólo por las gotas que caen por las grietas de la bóveda.

Los continuados repetidos avisos que recibia en el camino D. Cristóval Lopez, del agigantado cuerpo que tomaba la sedicion en las provincias de la Sierra, le hicieron apresurar las marchas cuanto pudo: y hallándose ya en las inmediaciones de Salta con la tropa de su mando, tuvo órden del Coronel D. Andres Mestre, Gobernador del Tucuman, para que con toda la aceleracion posible se acercase, en atencion á que 300 hombres de las milicias de aquel gobierno, destinados á servir en el Perú, habian perdido la obediencia á su comandante y oficiales, que maneatados los hacian retroceder en busca del regalo de sus casas.

Los demás bueyes los obtiene, fletándolos al precio de 2 pesos cada uno; y por consiguiente, por los 184 que le faltan, tendrá que desembolsar 368 pesos para llegar á Buenos Aires, y otros tantos para volver á Salta, total en cada viage redondo 736

Es una mujer de veinte y ocho á treinta años, baja, un tanto gruesa, lo que se llama rechoncha, y que no puede estar quieta un instante, como el gorrion que salta sin cesar cuando busca algun cebo á su pico. Esta mujer me suministra la idea exacta de lo que se llama en Andalucía un aire respingon.

Rosalindo se vió con su amigo en las afueras de la ciudad, al perder la excitación en que le habían puesto su cólera y la bebida. Creo que lo has matado, hermano dijo el compañero. Y como era hombre de experiencia en estos asuntos, le aconsejó que se marchase á Chile si no quería pasar varios años alojado gratuitamente en la penitenciaría de Salta.

Porque salta á los ojos, que se pueden tirar infinitas líneas á mas de la supuesta, y como en todas ellas se puede llevar la divisibilidad hasta lo infinito, resulta que la suma de los elementos que entran en todas ellas formará un número mayor que el de una cualquiera de las mismas.