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Cualquiera persona, por poco simpática que sea, cuenta de seguro con unos cuantos amigos que aventurarían por ella la vida, que le harían el sacrificio de su existencia. ¡Cuántos salen al campo en duelo a muerte por defender a un amigo! Casi nadie, sin embargo, sacrificaría por un amigo su caudal, ni la vigésima, ni la centésima parte de su caudal.

Hay otros que cazan el mismo animal con un palo corto, y puntiagudo en ámbas estremidades, en medio del cual está amarrado el lazo: armados este modo salen al encuentro del caiman, que abre su horrenda boca para tragar el brazo del nadador, quien aprovechando de este movimiento introduce perpendicularmente su palo, quedando este clavado en las quijadas que cierra vorazmente el animal.

Yacaré y Tapucagn no se quedaron, Que cada uno trescientos y cincuenta Traia: de esta suerte se juntaron Al pié de cinco mil á buena cuenta. En la estacada y fuerte se encerraron, Sin que salir alguno se consienta: Y si salen algunos, muy aína Acuden

Por todas partes reinaba la agitación confusa, animada, casi febril, que forman el continuo vaivén de los que vuelven de paseo o salen del trabajo con los que no hacen nada, yendo de un lado para otro, como seguros de tropezar alguna vez con la fortuna sin preocuparse de buscarla.

Háblese de lo que se quiera, luego salen vertiendo noticias fuera del lugar y tiempo, y estas á veces tan mal digeridas, que no parecen sino un aborto, ó una de aquellas insufribles evacuaciones, que por descargarse excita la naturaleza.

El estuvo apasionado y decidor: Las palabras amorosas son las cuentas de un collar, en saliendo la primera salen todas las demás.

, como siempre: que salen a la calle cuatro personas decentes, sin armas o sin municiones, y me las corren y quedan las cosas como antes, o peor; todavía, ¡si la intentona no costara sangre! pero muere más de un padre de familia y más de un joven... ¡qué sacrificio tan estéril!

Buena es tu esposa Camila, quieta y sosegadamente la posees, nadie sobresalta tu gusto, sus pensamientos no salen de las paredes de su casa, eres su cielo en la tierra, el blanco de sus deseos, el cumplimiento de sus gustos y la medida por donde mide su voluntad, ajustándola en todo con la tuya y con la del cielo.

Pinto bien lo que desconozco: la tristeza, lo pasado, lo muerto. La alegría presente, la juventud, no me salen. DON URBANO. ¡Qué gracia! CUESTA. ¡Deliciosa! MARQU

Los ríos más orgullosos van a parar al mar, que es el pueblo; y de ese mar inmenso, de ese pueblo, salen las lluvias, que a su vez forman los ríos. De todo lo cual se deduce, marquesa, que te quiero como a las niñas de mis ojos. Vámonos dijo Isidora con fastidio.