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Si los hombres no salieran del círculo en que obran como hijos, como padres y como esposos; si no salieran de la familia; si no pisaran los umbrales del mundo; si no les agitara ese algo grande, inmenso, providencial, con que nos llama el pensamiento de la ciencia, del arte, de la moral, de la religion; si ese espíritu heróico no moviera al hombre; si esa especie de fiebre sagrada no diera calor á nuestra sangre; en fin, si ese algo celeste é incomprensible no nos gobernara á despecho nuestro ¿qué seria de la vida humana? ¿Qué seria del mundo?

Al cavilar así doña Luz se llenaba de vergüenza y temblaba como una azogada y se enojaba contra misma, juzgándose delincuente, loca y hasta infiel. Mientras pasaba esto en el ánimo de doña Luz, don Acisclo repartió entre sus hijos o guardó para los pocos y pobres objetos que el Padre había dejado, y que más habían de conservar como sagrada memoria que por el escaso valer que tuviesen.

Los muertos mandan, y es inútil que los vivos se resistan a obedecer. Todas las rebeliones por salir de esta servidumbre, por romper la cadena de los siglos, todas mentira. Febrer recordaba la rueda sagrada de los indios, símbolo budista que había visto en París al presenciar una ceremonia religiosa oriental en un museo. La rueda es el símbolo de nuestra vida.

Además, no estaban acostumbradas a las comidas fuertes de los señores, y podían hacerlas daño. Pero el olor de la carne, de la sagrada carne siempre vista de lejos y de la que se hablaba en la gañanía como de un manjar de dioses, pareció marearlas con una embriaguez más intensa que la del vino.

El modo que se observaba y observa en todos los pueblos en la administración del sacramento de la penitencia merece me detenga un poco; porque, siendo éste la puerta que tenemos para el regreso a la gracia perdida, y la tabla que después del naufragio de la culpa nos conduce a la seguridad del puerto, me parece es en donde debían los curas poner mayor cuidado, así para que se confesasen bien, como para que llegasen con la disposición debida a recibir la sagrada comunión, y formasen idea perfecta de tan santos y necesarios sacramentos.

Poner la mano decía en un héroe como Riego, es la mayor de las profanaciones. ¿Y qué ha hecho Zaragoza? ¡Oh! la ciudad en que tal cosa ha pasado permaneció muda y permitió que su Capitán General fuera destituido; dejó que un vil esbirro manchara la sagrada investidura de la autoridad, despojando de ella á Riego.

Era una sagrada compañía, creada para ayudar á Dios en la guerra con el espíritu del mal, y para impedir la introduccion del contrabando herético en el mercado de la Nueva Sion. Plácido iba ya á firmar para acabar porque tenía prisa: sus compañeros rezaban ya el O Thoma, pero le pareció que su tío le cogía de la oreja, y dijo: ¡Despues de clase! quiero leerlo antes.

La historia sagrada fue el maná de su fantasía en la aridez de las lecciones de doña Camila.

Más vale que amor no nazca que no que muera en terrible lucha con una obligación que juzgo sagrada. Acaso halles harto alambicado y sutil lo que estoy diciendo, pero digo lo que siento aunque te parezca inverosímil.

Comparad, en el acto primero, el antiguo romance de D. Rodrigo, rey de España, etc..., en El tesoro de los romanceros, de Ochoa: París, 1838, pág. 81; La leyenda de Santa Leocadia, en La España sagrada, tomo V, pág. 485: Madrid, 1763.