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-Pues en verdad, señor -respondió Sancho-, que cuando yo vi ese sol de la señora Dulcinea del Toboso, que no estaba tan claro, que pudiese echar de rayos algunos, y debió de ser que, como su merced estaba ahechando aquel trigo que dije, el mucho polvo que sacaba se le puso como nube ante el rostro y se le escureció.

Doroteo había trabajado bien, lo mismo que todos los padres de familia mezclados en la revolución. No tenía hijos, como los otros, pero tenía á Guadalupe; y siempre que en sus correrías veía algo vistoso y de precio, sacaba el enorme revólver de su funda, diciendo: «Esto para mi vieja...y esto otro también

Varias veces levanté la cabeza desde que dejamos el kiosco y siempre encontré á mi lado una misma cara. Yo no buscaba á Ninay, y sin embargo, constantemente estaba cerca de . ¿Quieres fumar? la dije, á la par que sacaba la petaca para encender un cigarro. Tu cuidado, me contestó con esa habitual franqueza de la india.

La señora Morfeo tenía la amorosa debilidad de imaginarse que Sofía era un consuelo y un ejemplo para Melisa, y siguiendo esta sofistería, la señora Morfeo sacaba a Sofía a colación ante Melisa, cuando ésta era mala, presentándola a la niña como modelo reverente en sus momentos de contrición.

Para Batiste sacaba también lo más florido y sonoro de su estilo. Era su mejor cliente: ni un sábado había dejado de entregar á sus hijos los dos cuartos para la escuela. Este es el mundo, señor Bautista; ¡hay que resignarse! Nunca sabemos cuáles son los designios de Dios, y muchas veces, del mal saca el bien para las criaturas.

Lázaro les vió á todos inmóviles, como figuras de palo: todos le miraban, excepto Clara, la cual insistía en acercar tanto los ojos á su labor, que era difícil comprender cómo no se sacaba los ojos con la aguja. Elías miró á Lázaro con asombro.

Esta fotografía la llevaba constantemente consigo, y en casi todas las encrucijadas la sacaba, examinaba el paisaje y lo comparaba, sin saber, por cierto, si la vieja casa había sido derribada después de sacada la instantánea. ¿No le dijo nunca la razón que tenía para desear tan empeñosamente visitar esa casa?

Sólo deslustraba el indiscutible mérito del Padre García una inveterada y perversa maña, que desde la infancia había en él, y que le había valido entre sus condiscípulos del seminario el farmacéutico apodo de Pildorillas. Era prodigiosa la inagotable fecundidad del filón de donde el Padre García las sacaba y las fabricaba. Sus narices eran venero inexhausto.

Levantáronse todos de la mesa, y no se habló más; pero un momento después, Aldea, visiblemente conmovido, llevó al duque hasta el hueco de un balcón, y allí, sin ser oído de nadie, al mismo tiempo que sacaba un pliego del bolsillo, le dijo: Hace tiempo que deseaba probar a usted mi buena amistad.

Villaverde me convidaba a recorrer sus calles desiertas, y el acento tierno y conmovido de los míos resonaba en mis oídos regocijado y amante. De aquel ensueño me sacaba la voz del Rector o el toque de Ángelus en la cercana Catedral.