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Quilito dijo que tenía un compromiso anterior con los tales y los cuales, citando media docena de nombres del más legítimo high-life, y mientras sacaba con negligencia un grueso habano y se disponía a encenderlo, añadió, dirigiéndose a su padre: Esta tarde encontré a tu jefe, el Subsecretario, y me preguntó si estabas enfermo; le dije que , ¿he hecho mal? No, señor, perfectamente.

¿Qué te pasa, hija mía? decía el buen hombre en voz baja, mientras la besaba . Vamos, tranquilízate. ¡! ¡Tan animosa como te veía hace un momento! ¡Oh, ! Sacaba fuerza de flaqueza; pero tenía mucho miedo, porque pensaba: «¿Por qué no volverá

No hay tal; yo decía que la música no tiene poder evocador sino cuando está vinculada a sensaciones de otro orden; por ejemplo: yo he oído «Bohéme» una noche en que me declaraba a mi novia; ¡es hipotético, eh!, y en momentos en que ella me aceptaba vi a un bombero, en el paraíso, que se sacaba el morrión y se pasaba el pañuelo por la cabeza; pues desde entonces cada vez que oigo aquella ópera o que veo a un bombero secarse el sudor surge en mi memoria, el cuadro completo de aquella noche, sin que por esto pueda decir que hay un gran poder evocador en los bomberos que sudan...

Garmendia les sacaba fuera de quicio con sus observaciones, al parecer ingenuas, pero de doble fondo. El boticario decía, por ejemplo, que había conocido algún protestante o judío, buena persona, y añadía que era para él muy extraño y muy triste que un hombre que profesaba una religión falsa pudiera ser mejor que muchos católicos.

Nos sirvieron de postre unas chirimoyas, fruta tropical, y mi amigo, con su chirimoya en la mano, comenzó a hablarme de la autonomía catalana. Yo le miraba, a la vez que le oía, y tenía una sensación así como si fuese de la chirimoya de donde mi amigo sacaba las ideas.

Por fortuna era don Custodio el que había hecho el diagnóstico y temiendo llamar la atencion se hacía el desentendido escribiendo al parecer la crítica de la pieza. ¡Si no fuera porque voy con ustedes! dice Juanito haciendo girar los ojos como los de ciertos muñecos que mueve el péndulo da un reloj. Y para ser más parecido, sacaba de tiempo en tiempo la lengua.

Tanta pachorra sacaba de quicio a doña Lupe, que poniendo el grito en el Cielo, decía: «Estoy destinada a ser la víctima de estos tres idiotas... Cada uno por su lado me consumen la vida, y entre los tres juntos van a acabar conmigo... ¡Qué familia, Señor, qué familia! Si me viera mi Jáuregui, otro gallo me cantara. ¡Pero hombre de Dios, vaya que tienes una calma!

Inciso, como que le faltaba La media de la pica á su enemigo, Con ánimo mayor mas se arrojaba, Y un golpe le tiró junto al ombligo. Pitum, del corazon fuerzas sacaba, Que no las tiene todas ya consigo, Y viéndose sin fuerzas y acosado, A los brazos venia denodado.

Los jesuitas misioneros habían pasado también por allí como una granizada; las flores de amor y alegría que sembrara el carnaval las destruyeron a penitencia limpia el Padre Maroto, un artillero retirado que predicaba a cañonazos y sacaba el Cristo, y el Padre Goberna, un melifluo padre francés que pronunciaba el castellano con la garganta y las narices y hablaba de Gomogga y citaba las grandezas de Nínive y de Babilonia, ya perdidas, al cabo de los años mil, como prueba de la pequeñez de las cosas humanas.

El matrimonio albergado en la pequeña estación era la única muestra de la especie humana que se mantenía en esta soledad, temblando de fiebre, haciendo frente al aire corrompido, á la picadura envenenada del mosquito, al fuego solar que sacaba del barro vapores de muerte.