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Rompámonos la crisma en el acto, ya que así lo deseas. Pocas más palabras mediaron entre ambos. De los mismos tertulianos allí presentes eligieron uno y otro los padrinos, quienes arreglaron un duelo a sable para el día siguiente por la mañana.

A las ocho de la noche apenas se veía un transeunte: solo de tiempo en tiempo se oía el galopar de un caballo cuyos flancos golpea escandalosamente un sable, despues pitadas de guardias, coches que pasan á todo escape como perseguidos por turbas filibusteras. Sin embargo no en todas partes reinaba el terror.

El mismo interlocutor nos condujo a otra taberna que allí cerca estaba, y entrando por ella hallamos en la trastienda, rodeado de una docena de chulos y gañanes, a nuestro profesor, con un kepis de miliciano en la cabeza, faja encarnada de general, sable y botas de montar; pero con la misma levita.

Acordaos tan sólo de que no debemos tirarnos nunca a fondo; porque el duelo se ha hecho para corregir a los necios, mas no para destruirlos. La elección de armas correspondía en buen derecho al excelente Ayvaz; pero el notario y sus testigos pusieron mala cara al enterarse de que había escogido el sable.

El noble salvaje se remangó la camisa y dejó ver el antebrazo, donde había una señal roja bastante larga. Diablo; ha sido un golpecito regular dijo Castro. Un planazo manifestó Alvaro. No; más bien parece que ha sido con el corte. Lo que hay es que pegando enteramente a plomo y no tirando un poco del sable al mismo tiempo, el corte suele embotarse.

La primera vocación de un muchacho es la guerra: tener un sable, un fusil, un cañón, aunque sean de juguete, generalmente por ahí terminan los hombres entre nosotros. Tener una o varias cajas de soldados, formarlos, hacerme la ilusión de que aquello es un ejército, ese era mi ideal en aquellos días.

Las picas de un escuadrón de lanceros brillaban á lo lejos, y delante de esta tropa estaba, el Capitán General de Madrid, á caballo, esperando con grande aplomo y entereza. Este hombre avanzó seguido de dos ó tres, y señalando con el sable, intimó la orden de retirada á los del retrato. Hubo una rápida consulta de miradas entre éstos.

Yo tenía diez y ocho años, un morrión con un águila de cobre, que le quité á un muerto, y un fusil más grande que yo. ¡Y el Flaire!... ¡Qué hombre! Ahora hablan del general tal y del cual. ¡Mentira, todo mentira! ¡Donde estaba el padre Nevot no podía existir otro! Había que verlo con el hábito arremangado, sobre su jaca, con sable corvo y pistolas. ¡Lo que corríamos!

Facundo apresura sus preparativos; arde por llegar a las manos con un general manco, que no puede manejar una lanza ni hacer describir círculos al sable. Ha vencido a La Madrid; ¡qué podrá hacer Paz!

A partir de aquí empezaron las desorientaciones de Toledo. El mundo estaba cambiado, totalmente cambiado, y él marchaba de asombro en asombro. Para favorecer á su compatriota, quiso saber qué armas manejaba con preferencia. ¡Conozco tantas! exclamó Martínez. En un asalto había herido con la punta del sable á un alemán gigantesco que le amenazaba con su bayoneta.