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13 la obra de cada uno será manifestada, porque el día la declarará; porque por el fuego será manifestada; y la obra de cada uno cual sea, el fuego hará la prueba. 14 Si permaneciere la obra de alguno que prosiguió el edificio, recibirá el salario. 16 ¿O no sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?

2 Codiciáis, y no tenéis; matáis y tenéis envidia, y no podéis alcanzar; combatís y guerreáis, y no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. 3 Pedís, y no recibís; porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. 4 Adúlteros, y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios?

Dadme la mano le dije, bien sabéis que nos conocemos. No me atrevía a... ¡Qué tontería! ¿Qué es eso, Reina? refunfuñó mi tío. Una flor algo silvestre dijo el comandante mirándome con cariño, pero una hermosa flor.

7 Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no soportáis antes la injuria? ¿Por qué no soportáis antes la calumnia? 8 Pero vosotros hacéis la injuria, y la calumnia, y esto a los hermanos. 9 ¿O no sabéis que los injustos no heredarán el Reino de Dios?

Si sabeis donde salió á luz el libro que teneis en la mano, os haréis cargo de la situacion del escritor; y así supliréis aquí, cercenaréis allá; en una parte descifraréis una palabra oscura, en otra comprenderéis un circunloquio; en esta página apreciaréis en su justo valor una protesta, un elogio, una restriccion; en aquella adivinaréis el blanco de una confesion, de una censura, ó señalaréis el verdadero sentido á una proposicion demasiado atrevida.

No me atrevo á jurarlo, porque me tenéis tan presa el alma y os teme tanto, que no sabe por dónde escaparse. Siempre que no me habléis de amor... ya sabéis donde vivo. Me aprovecharé de vuestra buena oferta, y me contentaré con adoraros en éxtasis. Es que yo no quiero veros idólatra. Pero dejando esta conversación, que os lo aseguro, me disgusta, ¿á dónde íbais por aquí?

Pero, ¿quién es vuestro padre? El excelentísimo señor don Pedro Téllez Girón, duque de Osuna, marqués de Peñafiel, conde de Ureña, virrey de Nápoles, y capitán general de los ejércitos de su majestad dijo con amargura el joven. ¿Y os pesa de ello, don Juan? dijo Quevedo cambiando de tono. Pésame por mi madre. ¿Sabéis quién es vuestra madre? No; ¿y vos? Tampoco contestó prudentemente Quevedo.

¿Pero quién os dice tanto? exclamó admirado Montiño. Ya sabéis que yo tengo muchos oficios. Demasiados quizá. Están los tiempos tan malos, señor Francisco, que para ganar algo es necesario saber mucho. Saben que muchas princesas, y una de ellas, conocida de la Dorotea, la encaminó á para que la sirviese. Dorotea quería un bebedizo. ¡Ah! ¡ah! ¡las mujeres! ¡las mujeres!

¡Desgraciadamente, hijo mío interrumpió don José no son exageraciones! Esos curas de canana y retaco, son iguales a los de la otra guerra. Aún recuerdo yo lo que hicieron don Basilio y Orejita, que eran dos cabecillas, el año 36 en la Calzada. Cerca de ciento veinte personas sacrificaron, hasta mujeres y niños, y ¿sabéis quién sirvió de ojeador? el prior de la Calzada.

Eso ha de salir de , Que el gobierno y la grandeza No consiste en procurarla, Sino sólo en merecerla. ¿Sabéis á lo que se expone El que un imperio gobierna? No hay cosa bien hecha en él Que á los suyos les parezca.