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A pesar de la ley musulmana, Sid'Omar bebe un poco de él, cuando los criados no pueden verlo... Al concluir la comida, pasamos a la habitación de nuestro huésped, donde nos ofrecen dulces, pipas y café... El mueblaje de este dormitorio es sencillísimo: un diván, algunas esteras; al fondo, un gran lecho altísimo sobre el cual hay almohaditas rojas bordadas de oro... Pende de la pared una antigua pintura turca representando las proezas de cierto almirante Hamadí.

El dolor los mantenía como alejados de sus cuerpos, sordos a sus sensaciones, insensibles a toda impresión externa. Avanzaban lentamente, por una calle inmediata al paseo, las rojas linternas de un coche de alquiler. Llámalo dijo ella con resolución, incorporándose . Acabemos pronto; esto no puede durar más tiempo... Mejor que nos separemos aquí.

Pero si no se trata de obediencias, ni de respeto, ni de que toméis ese tono tan grave; lo veo: estáis entregada en cuerpo y alma á Lerma, le teméis; le teméis más que á ; ¿será cierto lo que dicen acerca de que don Francisco de Sandoval y Rojas, marqués de Denia, duque de Lerma, por nuestra gracia, es más rey que el rey en los reinos de España?

Además, allí la cosa será más rápida». Miré en torno; había un miedo tan francamente repugnante en algunas caras, que resolví ceder a la curiosidad, y después de haberme cerciorado de que, si bien no avanzábamos, no retrocedíamos ya, descendí a la región infernal. Las hornallas estaban rojas y las calderas gemían como Encélado bajo la tierra.

Si resultó lo contrario, bien pudo decir Fernando de Rojas lo que dice el beneficiado: «que si la juventud tomase de aquí ocasión para pecar, eso no es culpa de esta obra, sino de nuestra mala condición, la cual, como estómago muy corrompido, la medicina que se le da para su salud la convierte en malos humores

Cuando cayó la pieza, el oficinista dijo á Rojas: Hemos ganado, don Carlos, y podemos elegir el sitio. El marqués, que había traído bajo un brazo su célebre caja de pistolas, la dejó abierta sobre la hierba. Cargó las dos armas con minuciosa lentitud, sacando á luz de nuevo la misma moneda para que el azar decidiese por segunda vez.

Por la noche, mojados hasta los huesos, encontramos un albergue, medio taberna, medio cabaña, que se llamaba el Reposo del Cazador. Era una choza, con las paredes y el tejado cubiertos por completo de hiedra, con dos ventanas con cortinillas rojas, iluminadas por la luz interior. Parecía aquella cabaña la cabeza hirsuta y peluda de un monstruo, con sus dos ojos encarnados.

Una masa de cascos y chambergos chocaba, sobre dos navíos aferrados, con otra de turbantes blancos y rojos, y sobre ellas alzábanse mandobles y picas, cimitarras y hachas de abordaje. El disparo de cañones y trabucos cortaba con lenguas rojas el humo del combate.

Luis de Belmonte, que probablemente sobrevivió muchos años á Lope de Vega, escribió también diversas comedias, asociado á otros poetas más jóvenes, como, por ejemplo, El mejor amigo el muerto, con Francisco de Rojas y Calderón.