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Es algo gruesa por demás hacia abajo y sus rodillas podrían juntarse algo más; sin embargo, podría ser peor formado bien que no tenga esa soberbia manera del squire para manejar la mano.

El marroquí no se movía, la cara vuelta hacia el sol, como un pedazo de carne que se quisiera tostar. Tirole la anciana una, dos, tres piedrecillas, hasta que consiguió acertarle. Almudena se movió con estremecimiento; y poniéndose de rodillas, exclamó: «B'nina, B'nina.

Dos caballos iban de un lado á otro con paso tardo, buscando las hierbas ralas para mascarlas, y un hombre estaba sentado en el suelo teniendo un rifle sobre las rodillas. Cachafaz le habló al oído tenuemente. Es uno de los que se llevaron á la patroncita. Por más que miró Watson estirando su cuello, no pudo ver á otra persona.

Luego se sienta en el banco del emparrado; y, apoyando los codos sobre las rodillas, se pone a contemplar el suelo. ¿Qué piensas Martín? pregunta Juan con voz cariñosa colocando una mano en el hombro de su hermano.

Aquí don Pelegrín se limpió los labios con su pañuelo, arregló la capa sobre las rodillas, sacó la caja de rapé y tomó un polvo con marcial desenfado.

Ella se adelantó a mis deseos, y una tarde, sentada al pie del naranjo, mientras disponía sobre sus rodillas un haz de violetas, separando las que estaban marchitas y comidas de gusanos, cercenándoles el tallo y hacinándolas en grupos, me dijo: Mira, mi Rorró: quiéreme mucho, mucho, como te quiere tu Angelina.

Tenía por misión hacer sufrir al mundo mis caprichos, y el mundo debía agradecerme de rodillas que me fijase en él... ¡Qué quieres! La juventud, el orgullo pueril de la primavera, que se cree eterna. Y después... ¡después! ¡Si yo te contase todos mis desengaños, mis dolores, aun en la época en que no me preocupaba del dinero!... El invierno borra las ilusiones verdes.

Dispón desde hoy más, amigo Sancho, de seis camisas mías que te mando para que hagas otras seis para ti; y, si no son todas sanas, a lo menos son todas limpias. Besóle por ello las manos Sancho, con la coroza en la mano y las rodillas en el suelo. Mandó el duque que se la quitasen, y le volviesen su caperuza, y le pusiesen el sayo, y le quitasen la ropa de las llamas.

Con estos pensamientos y deseos subieron una cuesta arriba, desde la cual descubrieron su aldea, la cual, vista de Sancho, se hincó de rodillas y dijo: -Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza, tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado.

Así llegamos felizmente al Rio de la Plata el año de 1535, y hallamos allí un pueblo de indios de los que habia 2,000, llamados Charrúas, que no tienen mas comida que pesca y caza, y andan todos desnudos. Las mugeres solo traen un paño delgado de algodon, desde la cintura á las rodillas.