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Y no pude menos que echarme a reír al verla: esculpida con la mayor rudeza, representaba a un individuo de anguloso y desproporcionado aspecto, sentado al borde de la azotea, con las piernas cruzadas, más abajo de las rodillas, y con las manos en actitud de batir palmas.

Tomadla, maese Marner; ponedle las ropitas; después podréis decir que hicisteis todo lo preciso por ella, desde su principio. Marner la tomó sobre las rodillas, temblando con una emoción misteriosa para él, emoción causada por algo desconocido que comenzaba a apuntar en su existencia.

Ahí están las santas de los altares: pues, bien, ¿se incomodan o ruborizan porque los hombres, de rodillas, las prestan el homenaje de su adoración?

Yo la atraje a y la senté sobre mis rodillas sin que ella opusiese resistencia; inclinó la cabeza sobre el pecho, luego la alzó, me miró destellando de sus magníficos ojos negros un fuego casi divino, y me dijo con las manos puestas sobre mis hombros con la boca entreabierta, los labios trémulos, embriagándome con el perfume de su aliento. ¡Luis! ¡Luis! ¡ten compasión de !

Pues ha alquilado el cuarto de la izquierda de la casa en que vas a vivir; el tuyo es el de la derecha. ¡Bah!... no digas desatinos replicó Fortunata, queriendo echárselas de valiente. Deslizose de sus rodillas al suelo la falda de gro negro que estaba arreglando. «Como lo oyes, chica... Allí le tienes. Desde que entres en tu casa, le sentirás la respiración». Quita, quita... no quiero oírte.

Sea, se lo prometo... me comprometo a hacerlo... viviré sola... viviré como pueda... a más, mi hijo crece... me ocuparé de él... él será mi amigo... , así será... se lo juro, y cumpliré mi palabra... Pero, por favor, por favor, amigo mío, no lleve a efecto ese duelo... No hay razón, no hay motivo para ello; es una monstruosidad, se lo aseguro. ¡Mire, se lo pido de rodillas!

En efecto balbuceó haciendo un esfuerzo, aquí está también la firma de... ese caballero. Se calló, mirando atontada el papel, que conservaba en su mano temblorosa; don Raimundo, apoyado en el bastón, la chistera sobre las rodillas, esperaba.

Sintiéndose el Padre mortalmente herido, pidió al neófito que lo dejase allí; y clavando luego en tierra una cruz, que llevaba en las manos, se puso de rodillas delante de ella ofreciendo la sangre que derramaba por sus mismos matadores, é invocando los dulcísimos nombres de Jesús y de María, quebrada y deshecha la cabeza á grandes golpes de macana, entregó su espíritu en manos de su Criador el día 18 de Septiembre del año 1711.

El continuo zumbido, el movimiento que notaba, y el dinero que en un platillo algunas personas echaban, le dió á entender que estaba en un público mercado; pero quando vió que muchas mugeres se hincaban de rodillas, mirando al parecer á lo que tenian enfrente, y en realidad á los hombres de lado, echó de ver que se hallaba en un templo.

Seguidamente, hincado de rodillas, y poniendo la mano derecha sobre los Santos Evangelios, prestó juramento de desempeñar legalmente el cargo, conservar íntegra esta parte de América á nuestro augusto Soberano, el Sr. D. Fernando VII y sus legítimos sucesores, y guardar puntualmente las leyes del reino.