United States or Niue ? Vote for the TOP Country of the Week !


La última luz del crepúsculo agonizaba, pero ya el alba lunar aclaraba el oriente. Reinaba una calma divina. Y en esa divina paz, en el silencio augusto, Roberto Vérod se oprimía la cabeza con las manos para tratar de apaciguar la tempestad que lo conmovía. Su razón vacilaba ante la idea de no haber sabido inspirar al juez su propia certidumbre. ¿Por qué no había estado más convincente?

¡Dios de misericordia! exclamó ella con voz aguda. ¡He ahí el agradecimiento! ¡He ahí el agradecimiento! Pero todo el mal que nos has hecho, a Marta y a , te lo perdonaré, madre, continuó Roberto, ¡y aun más!

En nuestros días es la mejor manera de comenzar una carrera política asintió mi hermano, que había compuesto ya, no uno, sino varios libros. «Teorías antiguas y hechos modernos,» «El resultado final» y algunas otras obras originales de Burlesdón gozan muy justo renombre. Tiene mucha razón Roberto declaré. Prométeme que lo harás dijo Rosa muy entusiasmada con mi plan.

En aquel momento, Roberto, que se levanta a las siete y trabaja antes de almorzar, entró en el comedor, y, dirigiendo una mirada a su esposa, acarició suavemente su mejilla, algo más encendida que de costumbre. ¿Qué ocurre, querida mía? le preguntó. Le disgusta que yo no haga nada y que tenga el pelo rojo dije como ofendido. ¡Oh! En cuanto a lo del pelo no es culpa suya admitió Rosa.

Efectivamente, en toda la semana no se abrió la puerta del palco, que permaneció vacío y sin que nadie se presentase en él. El estreno de Roberto el Diablo estaba muy próximo, y en esos últimos días el pobre autor se ve agobiado con peticiones de localidades y billetes. ¿Se imaginan ustedes que éste tiene tiempo de pensar en su obra, en los cortes y cambios que serían necesarios?

Pero ese mismo beso no me gustó; a no me habría besado de otra manera. , pero ni siquiera lo ha hecho agregué para mis adentros. Después permanecieron nuevamente inmóviles y silenciosos. Mi corazón latía con tanta violencia, que tuve que apretarme el pecho con las dos manos. Al fin, Marta le dijo: ¿No quieres sentarte, Roberto?

Encontró al joven en un pequeño y obscuro cuarto, donde estaban amontonados los muebles que había sido necesario sacar de las otras habitaciones, sentado en un cofre de madera volcado, meditando, con la cabeza entre las manos. Roberto, amigo mío, ¿qué haces ahí? le gritó. Ustedes siempre tan alegres por allá, ¿verdad? El doctor le puso las manos sobre los hombros: Me inquietas, amigo mío.

Esta mañana mi hijo Roberto vino a casa y nos declaró, a mi marido y a , que tenía la intención de pediros la mano de vuestra hija Marta; al mismo tiempo solicitaba nuestro consentimiento, del cual no podía abstenerse, como buen hijo y buen amo de casa, pues, ¡ay de ! todavía necesitará más de una vez nuestra ayuda.

Era amigo de Rafael; pensaba llevarlo a casa lo mismo que a Roberto del Campo, y la niña se temía que la tenacidad del antiguo novio detuviera una declaración que tanto esperaba. Llegó la fiesta de San José, que aquel año tuvo para la familia excepcional importancia.

Entre la joven población masculina ya nadie se llama Pedro, Juan, Diego, Carlos, Enrique, Joaquín, Jaime, Jorge, Raúl, Roberto, etc.