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Olvidábaseme decir que no sólo en el patio, sino en todo el tránsito que había recorrido, en los rincones de la sala y hasta en el medio de ella, se veían tiestos con flores. Luego que hube examinado todo lo que allí había, acerqué la nariz a estas flores, claveles, alelíes, rosas, y me pasé algunos segundos tratando de embriagarme con su perfume para calmar la inquietud que me atormentaba.

Veterano del Casino había que llevaba andado en aquel salón camino suficiente para llegar a la luna. Paseaban los dos amigos, y Mesía iba entrando, entrando por el alma del jubilado regente y tomando posesión de todos sus rincones.

Una ola de armonía celeste llenó instantáneamente todo su ámbito llegando hasta los más tenebrosos rincones. Elena se sintió enajenada.

En esta ciudad graciosa, de vida amable y fácil, más griega que romana, todos los pisos bajos de las casas plebeyas habían estado ocupados por pequeños comercios. Eran tiendas con la puerta del mismo tamaño que el establecimiento: cuevas cuadradas, iguales á las de los zocos árabes, que dejan ver hasta sus últimos rincones al comprador detenido en la calle.

En nuestro país la religión toma formas curiosísimas; se infiltra por todos los rincones de la vida social: en la escuela, en el hogar, en el gobierno, en la administración, en la ley. Y atisba con ojo avizor el momento propicio para reconquistar la posición perdida.

La pared del parque había terminado; de ese parque, cuyos rincones todos eran familiares al anciano cura. El camino seguía ahora las orillas del Lizotte, y del otro lado del pequeño río, se extendían las praderas de las dos granjas; después, más allá, elevábanse los altos bosques de la Mionne. ¡Dividida!... ¡la propiedad iba a ser dividida!

El tío Manolillo cantaba entretanto entre dientes, y mientras acababa de arreglar la vajilla, una canción picaresca. Pero había algo de horrible en el acento y en el canto del bufón. ¿Dónde están mi capa, mi sombrero, mi espada y mi daga? dijo Montiño, que buscaba por todos los rincones. ¿Cómo, os empeñáis en iros? Os juro que no me quedo aquí si no me matáis.

En los grupos que se formaban por los rincones del templo cuchicheábase dirigiéndole miradas furtivas, acogíanse todas sus palabras con mirada benévola y sumisa, se le colmaba de atenciones.

Allí perdía horas y horas mientras los tratados de derecho civil y canónico yacían en los rincones de su cuarto solitarios, cubiertos de polvo, en ignominioso e inmerecido abandono. Cuando su padre falleció, experimentó profunda sensación de soledad y tristeza. Había vivido siempre en total ignorancia de las condiciones materiales de la existencia.

Las capillas laterales, los rincones quedaban sepultados en sombra. En el medio de la nave brillaba sobre un grupo de fieles el resplandor azulado que dejaban caer desde la altura las ventanas del cupulino, y a veces, cuando el viento movía las cortinas, resplandecía en el aire una ráfaga luminosa, que iba a posarse en la faz apergaminada de un viejo, o en el rostro de una mujer bonita.