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Fernando é Isabel despues de haber unido á la corona el reino de Granada dieron á España un nuevo mundo, y asentaron el poder real sobre bases indestructibles combatiendo la anarquia y el feudalismo. ¿Y no ha de merecer la morada predilecta de estos reyes el honor de la reparacion?

De otra manera nada se explica. ¿En qué consiste que estuviese España tan alta en tiempo de los Reyes Católicos y que esté tan baja ahora? ¿Valen menos los hombres del día? No lo ; pero me inclino á creer que no.

Cuando terminaron estas guerras civiles, merced al esfuerzo y tino de los Reyes Católicos, la audacia, la destreza en las artes de la guerra y de la política, y el ansia de imperio, de aventuras y de poder, fueron tales y tan grandes en los españoles unidos, que éstos impusieron su hegemonía a Europa entera, prevalecieron y descollaron entre los pueblos todos, y para dilatar su imperio y tener campo abierto a su ambición, a su codicia y a su empeño de gobernar las cosas humanas, como si fuera por ministerio divino y ellos fueran nuevo Pueblo de Dios, fue menester que la Providencia les permitiese, y tal vez los diputase y habilitase para descubrir nuevos mundos.

Viose cubierto de riquísimos paños, con las manos aprisionadas en guantes olorosos y arrastrado en coche, del cual tiraban cisnes, que no caballos, y llamado por reyes o solicitado de reinas, por honestas damas requerido, alabado de magnates y llevado en triunfo por los pueblos todos de la tierra. Entre dos cestas La Nela cerró sus conchas para estar más sola.

Por el memorial de un pleito sobre el terreno de la alcaicería entre el cabildo y el duque de Medinaceli, fallado por la Real Chancillería de Granada, nos consta que al diezmo del almojarifazgo concedido á la catedral, y confirmado por varios reyes en lo sucesivo, estaban anejas y juntas estas otras rentas: el pontazgo, los tres pesos, la renta de las libras de la carne, la media fanega de la alhóndiga, y la antigua alcabala de las bestias.

Dia vendrá en que el Califato andaluz oscurezca con su brillantez las glorias de los Califas negros , y en que asombrados y llenos de maravilla los altivos reyes godos y francos, y hasta los mismos pontífices del Cristianismo , claven fascinados sus miradas en la sabia y magnífica Córdoba.

Para descubrir la India, según él dijo en sus cartas a los reyes, «no me valió razón ni matemática; llanamente se cumplió que dijo Isaías...». Y lo que había dicho Isaías en uno de sus salmos era, según Colón, que antes de acabarse el mundo se habían de convertir todos los hombres, y que de España saldría quien les enseñase la verdadera religión.

Siempre que D. Juan daba noticia somera de las mermas de la hacienda a su aturdida sobrina, exigía que Bonifacio estuviese delante; era inútil que Emma y el mismo Reyes quisiesen excusar esta ceremonia. El todo que había de presenciar por fuerza ese, no era nada; allí no se podía ver cosa clara, y aunque se pudiera, no la vería Reyes, que ni siquiera miraba.

La otra tarde fue de las que estuvieron en la Castellana con mantilla blanca y peineta para hacer rabiar a los Reyes. ¡Qué porquería! A la Reina me da lástima. Hija, ¿qué quieres? ¡como la de Rodete fue azafata de doña Isabel!

Agamenón dijo que devolvería a Criseis, si Aquiles le daba a Briseis, la cautiva que él tenía en su tienda. Y Aquiles le dijo a Agamenón «borracho de ojos de perro y corazón de venado», y sacó la espada de puño de plata para matarlo delante de los reyes; pero la diosa Minerva, que estaba invisible a su lado, le sujetó la mano, cuando tenía la espada a medio sacar.