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21 Mas ellos hicieron conspiración contra él, y le cubrieron de piedras por mandato del rey, en el patio de la Casa del SE

El principal ministro de hacienda de la isla de Serendib daba este precioso exemplo, y todos los subalternos le imitaban con fervor. El rey, que lo sabia, habia mudado varias veces de ministro, pero nunca habia podido mudar el estilo admitido de dividir las rentas reales en dos partes desiguales; la mas pequeña para su magestad, y la mayor para sus administradores.

Decia la órden del rey que se siguiese puntualísimamente el siguiente ceremonial, como aquí se pone.

Encuéntrase aquí la enfermedad de los dos Príncipes; la repentina aparición de San Bartolomé al Rey, estando cerradas las puertas, y, por último, el delirio de Irene, acerca del cual Abdias dice lo siguiente: «Teniendo Polynio una hija loca, llegó á su noticia este exorcisador de demonios, y lo hizo buscar, y le suplicó de esta manera: «Mi hija es atormentada horriblemente, etc

De este látigo se valió, pues, el rey David, incitado por donna Olimpia, para infundir recato y compostura a sus cortesanos y hasta a las princesas de la real familia en una de aquellas orgías endemoniadas.

Ya , ya que un ambicioso puede estar enamorado de un rey, mirando en su favor el logro de su ambición; pero no he querido jugar del vocablo; no: don Rodrigo está enamorado de su majestad... la reina.

El jabalí entró en el 40 patio, donde fue matado por los soldados del rey. En este momento Don Juan corrió al patio con la espada en mano. Reprendió a los soldados por haber matado el animal. Después fue derecha al rey que había salido para saber la causa del ruido. 45 ¿Qué es esto, Don Juan? preguntó el rey.

Por estas tres comedias se pagaron 900 reales, á 300 cada una, por orden de la Reina, á petición de Jerónima de Burgos, mujer de dicho autor, pues antes sólo se pagaban á 200 reales. Cristóbal de Avendaño, actor de comedias, representó con su compañía: El labrador venturoso, El infante de Aragón, El rey Angel. Estas tres se representaron en octubre y noviembre.

Siendo como sois sobrino del cocinero mayor del rey, y viniendo como vendréis por esta razón, con frecuencia, á palacio, me veréis de seguro. ¿Pero vos no haréis nada porque yo os vea? No respondió fríamente la dama. ¡Ah! perdonad, señora. Estáis perdonado; ahora sepamos: ¿habéis muerto á don Rodrigo Calderón? No lo , señora; sólo que le he tirado á muerte. ¿Os ha conocido don Rodrigo?

No se me ocurre que al rey le remordiese la conciencia pensando en los que había hecho morir por razón de Estado, en cumplimiento de un deber y para bien de la religión, de la patria y del humano linaje.