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Nada más alentador como tener noticia del origen de la novena de San Antonio de Padua que "se dice fué revelada por el mismo Santo *

El progreso social, indiferente a la moral revelada que se propone el bienestar en el otro mundo por la abstinencia del bienestar en este mundo, es particularmente interesante a la moral humana, que se propone casi exactamente lo contrario, por cuya razón viene haciendo cesar progresivamente las iniquidades que aquélla había consentido o creado: la esclavitud, la servidumbre, los fueros, los diezmos y primicias, los privilegios hereditarios, el despotismo sacerdotal y el derecho divino, y levantando en su lugar el derecho y la justicia humanos que han obligado a los reyes a complementar la fórmula cristiana del poder: "por la gracia de Dios", con la fórmula racionalista: "por la voluntad del pueblo" y a las iglesias cristianas a ensanchar con un poco de ese "bienestar material", que el fundador consideraba incompatible con la "dicha celestial", el viejo programa de "bienestar espiritual", que es por lo menos igual en todas las religiones, desde que proviene de creerse, por la posesión de la verdad, en el camino de la salvación, mientras los demás están por la del error en la vía de la perdición, motivo de que todos los creyentes se sientan impulsados por la piedad a propagar sus propias creencias y a suprimir las ajenas, aunque sea matando, si pueden, a los que las profesan, pues lo propio de las religiones, dice Hubbard, es que "todos las consideran absurdas, salvo el que las cree"; seudo bienestar que por tantos siglos fue igualmente suficiente para cristianos, judíos y musulmanes, y que se torna insuficiente para los primeros en la medida en que el ejercicio creciente de la razón disminuye la credulidad y ensancha la sensatez humana.

Sus mejillas ruborosas y su mirada, un tanto inquieta prestaban a su semblante una expresión de candor inefable. La felicidad revelada en su rostro, realzaba su belleza: sus miradas vagaban de su novio a su padre, y de éste a su novio, haciéndoles por igual con coquetería encantadora los honores de su gracia.

En que las otras están llenas de cosas monstruosas, irracionales respondió imperiosamente el clérigo, en que sólo la religión del Crucificado llena todas las aspiraciones de nuestro sentimiento y nuestra razón. ¡Tenga usted cuidado, señor excusador! exclamó el mayorazgo soltando una alegre carcajada que está usted haciendo depender la verdad revelada del aserto de la razón, que está usted proclamando la supremacía de ésta, lo cual es una proposición herética. ¿Cómo? ¿cómo? preguntó aturdido el sacerdotePero Montesinos cambió la conversación bruscamente.

Allega á Tucuman de mano armada: El Abrego que estaba gobernando, Nunca supo de aquesta melonada, Pasóse en breve á priesa caminando: Que si la cosa fuera revelada, El Abrego papeles ordenando, Al Perú á Garay preso enviára, De que el Virrey muy mucho se holgára.

Tenía, no obstante, la sospecha de que ni siquiera la naturaleza exacta de la enfermedad corporal del Sr. Dimmesdale le había sido revelada. ¡Era una extraña reserva! Al cabo de algún tiempo, debido á una indicación del médico, los amigos del Sr.

, ¿de cuál? porque hay varias: los cristianos, los buddhistas, los mahometanos, los judíos, todos creen su religión revelada por Dios. Hablo de la única verdadera, de la revelación de Nuestro Señor Jesucristo. ¿Y en qué se funda usted para creer que ésa es verdadera y las otras falsas?

Todos aquellos pueblos, dotados de una gran sabiduría infusa y revelada, que poco a poco se fué olvidando y desvaneciendo, rendían culto al pie y se excedían en fabricar con apropiado decoro el tabernáculo del pie, o sea el calzado.

Es que la moral milenaria, la moral revelada a los hombres de una vez para siempre en la infancia de la civilización, no puede cambiar sin una nueva revelación que anularía a las precedentes, quitando a la Iglesia su única base posible: el origen divino y la infalibilidad, que es su corolalario, y en cambio, puede ser inoculada al hombre moderno en la infancia del entendimiento que corresponde a la infancia de la especie.

De la crasa ignorancia a la más grosera superstición, y, ayudando la benignidad del clima y la fertilidad del suelo en las regiones privilegiadas, de una en otra superstición hasta la más alta, de la más alta a la ciencia; del credo obligatorio al libre pensamiento, de la verdad revelada a la verdad demostrada; de la magia religiosa a la mecánica racional; de las palmas benditas al pararrayo; del milagro al vapor, al ferrocarril, al telégrafo, al teléfono; de la rogativa a la cirugía y los sueros; de la censura eclesiástica a la libertad de la prensa; de "la santa ignorancia" a la instrucción obligatoria, tal ha sido la marcha ascendente del espíritu humano, impelido por la necesidad de conocer el porqué de las cosas para conducirse enfrente de las cosas.