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A lo que respondió Sancho Panza: -Señor, en eso no hay que reparar, que bien puede ser que los regidores que entonces rebuznaron viniesen con el tiempo a ser alcaldes de su pueblo, y así, se pueden llamar con entrambos títulos; cuanto más, que no hace al caso a la verdad de la historia ser los rebuznadores alcaldes o regidores, como ellos una por una hayan rebuznado; porque tan a pique está de rebuznar un alcalde como un regidor.

Interrogado tan directamente el Comendador, tuvo al cabo que romper el silencio; pero respondió con laconismo: Mala es, en verdad, la situación; pero, ¿quién sabe? Todo tiene remedio menos la muerte.

-No, sino de los que buscamos -respondió el escudero. -Pues salid todos -replicó Roque-, y traédmelos aquí luego, sin que se os escape ninguno.

-Eso fuera -respondió Sancho- cuando faltaran por estos prados las yerbas que vuestra merced dice que conoce, con que suelen suplir semejantes faltas los tan malaventurados andantes caballeros como vuestra merced es. -Con todo eso -respondió don Quijote-, tomara yo ahora más aína un cuartal de pan, o una hogaza y dos cabezas de sardinas arenques, que cuantas yerbas describe Dioscórides, aunque fuera el ilustrado por el doctor Laguna.

Estas palabras, el grande afecto con que la mora las dijo, hicieron derramar más de una lágrima a algunos de los que la escucharon, especialmente a las mujeres, que de su naturaleza son tiernas y compasivas. Abrazóla Luscinda con mucho amor, diciéndole: -, : María, María. A lo cual respondió la mora: ¡, : María; Zoraida macange! -que quiere decir no.

Si quisierais tener la bondad, señora marquesa, de referírmela dijo Stein , os lo agradecería infinito. Con mucho gusto respondió la marquesa ; y espero que daréis más crédito a mis palabras que ese niño, tan preciado de saber más que los que nacieron antes que él. Sabéis que nada ennoblece tanto al hombre como los rasgos de valor.

¡D. Norberto! ¿Qué es eso? ¿Qué le pasa? Hola, querido. Nada, nada... no es nada respondió sin aturdimiento. le pasa algo... ¿Qué le han hecho a usted en esa casa? Nada, nada... Vámonos que se reúne gente. ¿Se va usted a ir sin sombrero? Es verdad... Voy a pedirlo... Aguarda un poco.

Y entonces dijo la guía: -Suplico a vuesa merced, señor don Quijote, que mire bien y especule con cien ojos lo que hay allá dentro: quizá habrá cosas que las ponga yo en el libro de mis Transformaciones. -En manos está el pandero que le sabrá bien tañer -respondió Sancho Panza.

¿Y don Federico? dijo al entrar. Aún no ha vuelto de ver a sus enfermos respondió la tía María ; hoy iba a vacunar más de doce niños. ¡Tales cosas, don Modesto! Sacó el pues, como dice su merced, de la teta de una vaca: ¡que las vacas tengan un contraveneno para las viruelas! Y verdad será, porque don Federico lo dice. Y tanta verdad que es repuso don Modesto , y que lo inventó un suizo.

¿No hay ningún matrimonio en el horizonte? preguntó la de Aimont queriendo llevar la conversación a su asunto favorito. Ni uno respondió la Bonnetable en tono contundente. Sin embargo insinuó la Sarcicourt, ¿no se habla del matrimonio de la señorita de Brenay con el capitán Bellortet? ¡Qué disparate! exclamó la Bonnetable. La chica de Brenay no puede encontrar un marido serio...