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María, con la mirada serena, clavada en el rostro ceñudo del presidente, y con tono firme y reposado, respondió: Todo cuanto acaba de manifestar el señor fiscal es la pura verdad, y de ello me felicito ardientemente.

-Debió de morir, sin duda -dijo Sancho. ¡Claro está! -respondió Trifaldín-, que en Candaya no se entierran las personas vivas, sino las muertas.

Sorege respondió impasible, con los ojos medio cerrados y sonriendo fríamente: Hay algo de verdad en lo que dices, pero exageras. Yo no soy un amante vulgar, pero no soy un sádico ¡qué diablo! No me es indispensable oir salir gritos de dolor de una bonita boca para gozar besándola.

Dejándome llevar del único pensamiento racional que sobrevivía en mi cabeza, pregunté a Chisco: Dime, hombre, ¿se parece a esto nuestro valle? ¡Quiá! me respondió el espolique con el mayor desdén. Es más ancho, ¿eh?... y más... ¡Quiá! Ni la metá siquiera. ¡Demonios! repliqué . Pero serán más bajos los montes...

Por el acento me respondió la afligida madre . Nosotras somos gallegas, y en esta compañía no se puede tener acento. ¿Se cree usted que, de no ser por el acento, vendrían mis niñas en segunda? El acento es nuestra desgracia. Afortunadamente, la mayorcita ya va perdiéndolo...

-Los que yo tengo -respondió don Quijote- son de serviros; tanto, que tenía determinado de no salir destas sierras hasta hallaros y saber de vos si el dolor que en la estrañeza de vuestra vida mostráis tener se podía hallar algún género de remedio; y si fuera menester buscarle, buscarle con la diligencia posible.

-Todo lo confieso, juzgo y siento como vos lo creéis, juzgáis y sentís -respondió el derrengado caballero-. Dejadme levantar, os ruego, si es que lo permite el golpe de mi caída, que asaz maltrecho me tiene.

Muchas gracias respondió avergonzado . En cuanto llegue me meto en un coche... Los coches están fuera del edificio. Pruebe usted a ver si le sirve insistió con acento rudo y franco el caballero. Tristán sacó el sombrero y en efecto le estaba bastante bien. Pero yo no puedo... No tengo el honor de conocer a usted. Lo envía usted mañana al hotel de París. Aquí tiene usted mi tarjeta.

Ellos lo recibieron de muy buena gana, y dijeron: ¡Guelte! ¡Guelte! -No entiendo -respondió Sancho- qué es lo que me pedís, buena gente.

-Hasta ahora -dijo entre don Lorenzo-, no os podré yo juzgar por loco; vamos adelante. Y díjole: -Paréceme que vuesa merced ha cursado las escuelas: ¿qué ciencias ha oído? -La de la caballería andante -respondió don Quijote-, que es tan buena como la de la poesía, y aun dos deditos más. -No qué ciencia sea ésa -replicó don Lorenzo-, y hasta ahora no ha llegado a mi noticia.