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Enardecido con el fuego de todas estas reflexiones que le pasaron en un instante por el magín, respondió con gran energía a lo dicho por la sevillana: No hay dibujo que valga, Nieves, mientras no quede orillado el punto del clavel que se le cayó a usted de la boca... Hablemos de eso un instante.

Estas reflexiones debía hacerse el pobre viejo delante de aquella cuna que en cuatro meses había hastiado a la madre, ebria por los placeres del mundo, sedienta de lujo y de amantes. Al ver a su hijita dormida, el buen viejo debía meditar con tristeza en su porvenir. ¡El no la alcanzaría mujer tal vez!

Desde la más temprana edad se les puede imponer á los niños; pero proporcionándolo á sus pocos años, y llamando su atención sobre lo que esté más á su alcance, ya sea en lo referente á hechos, ya acerca de las reflexiones á que estos den ocasión.

En estas reflexiones estaba ocupada mi fantasía no hace muchos días, cuando recibí una carta, que por confirmar mis ideas sobre el particular y venir tan oportuna a este objeto, de que pensaba hacer un artículo de costumbres, quiero trasladar ad pedem litteræ a mis lectores. Decía así la carta: «Señor Fígaro.

Miéntras se volvia Candido á su cortijo, iba haciendo profundas reflexiones en las razones del Turco, y le dixo á Panglós y á Martin: Se me figura que se ha sabido este buen viejo labrar una suerte muy mas feliz que la de los seis monarcas con quien tuvimos la honra de cenar en Venecia. Las grandezas, dixo Panglós, son muy peligrosas, segun opinan todos los filósofos.

Noté muy bien en su cara una pequeña sorpresa y también se me ocurrió que la noticia le producía algo así como un desencanto. ¿Me habrá puesto demasiado alto, me habrá figurado inasequible cuando parecía festejarme? Todo esto se junta en mi alma con reflexiones oscuras y me sería difícil escribirlo.

De vez en cuando se comunicaban en voz baja las profundas reflexiones que el culto les sugería.

Acababa de hacer estas reflexiones, cuando sentí sobre algo, más fuerte que yo; sin ver, y mudé de sitio sin andar. Ven conmigo, dame la mano. ¿Ves esa mancha enorme que se extiende sobre la tierra, y crece y se desparrama como la gota de aceite que ha caído en el papel de estraza? Es la segunda Babel. Estás sobre París. Mira los mortales de todos los países.

Y ahora ocurre esta otra pregunta: para formar juicio exacto de nuestro poeta, ¿será preciso examinar el monstruoso repertorio de sus dramas existentes? ¿Bastará, acaso, como han hecho hasta aquí cuantos han criticado las obras dramáticas de Lope de Vega, leer un tomo de su Teatro, entresacar á la suerte dos ó tres comedias, ofrecer extractos de sus argumentos, citar alguna que otra escena, acompañándolas con reflexiones estético-críticas, y apoyarse en tales fundamentos para fallar acerca del mérito dramático del autor?

Persuadido Candido por tan sólidas reflexîones, se desvió de la pradera, y se metió en una selva, donde cenó con Cacambo; y despues que hubiéron ámbos echado sendas maldiciones al inquisidor de Portugal, al gobernador de Buenos-Ayres, y al baron, se quedáron dormidos sobre la yerba.