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De seguirlo buscando, era preciso recorrer minuciosamente la Navarra entera, para lo que no bastarían dos ni tres años. Pero Dios que lo había dispuesto de otra manera, hizo que cuando había perdido la esperanza de tener noticias del desgraciado Navarro, las tuviese auténticas por un testigo de vista. Loado sea Dios. El Sr.

Al recorrer sus laberintos de arrayanes simétricamente recortados, sus tupidos bosquecillos de naranjos y granados, sus vastas aglomeraciones de arbustos y plantas en flor, tan brillantes como artísticas en unos sitios, tan graciosamente desiguales en otros, y al penetrar en todos los santuarios de verdura que pueblan el recinto, se cree uno como trasportado á los edenes orientales.

Puesto que mañana parto se dijo quiero echar una última mirada á los balcones de su habitación; quiero recorrer los sitios en que tantas veces la he visto por mi desgracia. Cuando tenga noticia de mi marcha, ¡qué ajena quedará de este viaje nocturno! ¡Oh, no puede concebir lo que la amo! El río sonaba impetuoso debajo del puente.

Caía menuda lluvia cuando los dos camaradas empezaron á recorrer las calles de Burdeos, después de dejar bien cuidados sus corceles y el del barón en las caballerizas del príncipe.

B y su interesante familia nos fueron sumamente gratos, y aun nos sirvieron para obtener algunas nociones importantes. Con cuánta delicia oíamos al Sr. B , al recorrer el bosque vecino ó los jardines de la vasta habitacion, hablar entusiasmado de las bellezas del suelo colombiano y de la dulce índole de sus poblaciones.

En el mismo día de mi llegada aquí, había tomado la diligencia de Beaucaire, una gran carraca vieja y destartalada que no necesita recorrer mucho camino para regresar a casa, pero que se pasea con lentitud a todo lo largo de la carretera para hacerse, por la noche, la ilusión de que viene de muy lejos. Íbamos cinco en la baca, además del conductor.

Cuando el capitán del «steamer», un yanki imprudente, de hocico de cerdo, al pasar por Nankin, me propuso ir a recorrer las monumentales ruinas de la vieja ciudad de porcelana, yo rechazé la proposición con un seco movimiento de cabeza, sin levantar los ojos tristes de la tranquila corriente del río.

El Emperador, después de llenarse las narices de tabaco, sale a media noche a recorrer el campo y observar los movimientos del enemigo. ¿Veis?; por allí va. ¿No se oyen las pisadas de su caballo y los gritos de entusiasmo con que le saludan los soldados? ¿No se ve el resplandor de las hogueras que encienden a su paso? ¿Pero ustedes no ven todo esto? ¡Bah!

Después de recorrer dos lados del corredor principal, penetraron en una especie de túnel en que también había puertas numeradas; subieron como unos seis peldaños, precedidas siempre de la zancuda, y se encontraron en el corredor de otro patio, mucho más feo, sucio y triste que el anterior.

No tardamos en recorrer como camaradas, los teatros y las galerías más célebres del continente, y nuestra conversación, cuando dejamos la mesa, era tan animada, que mi interlocutora para no romper su curso, tomó mi brazo, sin pensarlo.