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Ya se sabía que él no tenía un cuarto, ni de dónde le viniera, y que D. Benito el Mayor había prestado fiándose del capital de Emma; más era; el mismo Bonifacio reconocía que en su fuero interno siempre había pensado en pagar con dinero de su mujer, aunque le asustaba pensar en el cómo y cuándo. Por este lado no era robar lo que quería hacer.

Y, por fin, se determinaba la ambigua sospecha: Vérod reconocía que había cometido un error al no dirigir desde el principio las investigaciones del magistrado solamente contra el hombre... ¿Podría reparar aún el mal?

De sobra reconocía él que Juanita, si no le había dado calabazas, era porque él no se había declarado en regla; pero con sus bromas de llamarle abuelo y con la maña que ella empleaba para que él no le hablase al oído y para esquivar el estar a solas con él, harto claro se veía que no quería admitirle por novio ni por amante.

Por fin llegaron á las cercanias de estas campañas, y él lo reconocia por la abundancia que habia de yeguas cimarronas de que se mantenian: y un dia se destacaron 12 indios, y preguntó, aunque por señas, porque nunca se entendieron, ¿qué destino llevaban? y pudo comprender que venian á las campañas de Buenos Aires, y les dió á entender que él los queria seguir, y no se lo impidieron.

Un visionario de origen obscuro, llamado Colón, reconocía por su patria á la República de Génova. Un contrabandista de las costas de Liguria llegaba á ser Massena, el mariscal amado de la Victoria.

Juzgándole en el tribunal de mi conciencia, yo no le absolvía, pero reconocía la incompetencia del tribunal. Yo no le absolvía por ser yo el agraviado. Si el agraviado hubiera sido un indiferente, le hubiera absuelto. Podía, pues, matarle, no como justicia, sino como venganza. »Entonces pensé en el duelo; pero ¿cómo pelear ni con espadas ni con pistolas que en la vida he tomado en las manos?

Ratier no reconocia en él mas que una propiedad drástica, y concluyó por limitar su uso á la aplicacion de la pulpa de su raiz, en la tumefaccion inflamatoria de las articulaciones, modo y forma de usarle, que, aunque empírico al principio, se hizo racional, como se verá á la conclusion de este estudio. Mr.

Por estas razones y otras que omito, Antero Ramírez era lo que pudiera llamarse un grande hombre regional. Sin embargo, D. Félix no le reconocía de buen grado sus cualidades sobresalientes. Entre tío y sobrino existía una disimulada antipatía, que á veces no se disimulaba.

¿Qué me ha hecho la Santidad?... Se lo diré a usted, señor, se lo diré a usted. Pío Nono me era... hasta simpático... reconocía en él un hombre de buena fe.... Pero la infalibilidad ha puesto entre los dos una muralla de hielo; un abismo que no se puede salvar.... ¡Un hombre infalible! ¿Comprende usted eso, Ronzal? , señor, perfectamente. Es la cosa más clara.... Pues explíquemelo usted.

Pero la espina la llevaba en el corazón; reconocía que el cargo de magistrado es delicadísimo, grande su responsabilidad, pero él... «era ante todo un artista». ¡Aborrecía los pleitos, amaba las tablas y no podía pisarlas dignamente! Este era el torcedor de su espíritu.