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Salía de aquellos lugares afligido. Me encerraba en mi casa, abría otros libros y velaba. Así sentí pasar bajo mis ventanas las fiestas nocturnas de Carnaval. Algunas veces, en plena noche, Oliverio llamaba a mi puerta. En seguida reconocía yo el golpe seco del puño de oro de su bastón.

una voz: «¡Apiádate de , querida, apiádate de sólo por hoy!» Y esa voz estaba tan cambiada, que no la reconocía. Me alejé, pero sentía crecer en el temor de que Roberto se fuera desengañado, con el rencor en el corazón, sin una palabra de explicación, sin haber sospechado siquiera todo el alcance del amor de Marta.

Pero siempre había en su conducta más indulgencia sonriente de maestro que alegría sencilla de camarada consciente de su superioridad. El niño cariñoso y tierno se entregó con toda su alma a su hermano mayor. Le reconocía una autoridad absoluta, quizás en mayor medida que a su padre y a su madre, que no estaban tan cerca de su corazón infantil.

Reconocía ante las damas la eficacia terapéutica de la fe y de los cuarterones de aceite ardiendo en los altares; pero en cambio exigía que se diese crédito a los misterios de sus glóbulos. Creía, o decía creer mucho, en la influencia de lo moral sobre lo orgánico, y tenía una sonrisa singular, melancólica, de resignación e inteligencia, para comunicar con las señoras guapas esta su creencia.

Habia entonces en Sevilla un valí orgulloso y fiero que no reconocia otra autoridad que la de Dios y su Profeta, que no se arredraba ante ninguno de sus enemigos, que como los reyes escandinavos gustaba de beber en el cráneo de los que habia vencido en el campo de batalla.

Todas las que habían recogido algo en el suelo ó en el aire corrieron á exponerlo á una carta ó á un número. Lubimoff saboreaba este recuerdo como un triunfo. Podría repetirlo siempre que quisiera; estaba seguro de ello. Reconocía que, al final, todos los jugadores acaban perdiendo, y él no se tenía por un ser de excepción.

Pero si no la veía, oía su voz, que cantaba la hermosa melodía de la plegaria. Con mucha frecuencia había oído cantar á Lea cuando iba á su casa con Jacobo, pero no reconocía su voz. Era la misma y no lo era, así como la cara de Jenny era la de Lea y sin embargo se diferenciaba de ella en ciertos detalles.

Varias veces se había tropezado con el solemne personaje, sin que éste reparase en él. Le reconocía, pero pasaba adelante fingiendo no verle. Debía estar enterado de su existencia errante, de su deseo de no ser hombre serio, de aquella vida bohemia que le hizo atascarse a más de la mitad de su carrera universitaria.

Ocurrían graves sucesos, y la pelotera que Butrón sostenía con su mujer reconocía en ellos su origen. Pavía había dado el golpe de 3 de enero, derrumbándose la república parvulita al eco de tres o cuatro tiros disparados al aire en los pasillos del Congreso.

Respondió el Rey, que advirtiesen que la resolucion que habian tomado de salir de Sicilia aunque le estaba bien para su conservacion, no para su fama, porque muchos podrian entender que su salida era trazada por su órden, para quedar libre de sus obligaciones; y que eran de tal calidad las que él reconocia, que por este medio no se podia librar de ellas sin conocida nota de ingrato.