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¿Y el capitán? Quien le viera en aquel día moverse de un lado á otro como si estuviese atacado de la tarántula, reir, beber y bromear, apenas pudiera reconocerle. Parecía cosa de magia la trasformación que en poco más de dos meses se había operado en aquel caballero. Estaba tan alegre que abrazaba, á cuantos venían á felicitarle, sin exceptuar el ingeniero de Madrid y el químico belga.

Las calles de Richelieu, Vivienne, Montmartre y otras ciento, tienen, despues de las doce de la noche, una luz dudosa y opaca; esta es la verdad. Continuemos nuestro paseo por la gran ciudad. La fisonomía de Paris cambia todos los dias, hermoseándose; el que hace seis años visitó sus monumentos y sus calles, encuentra hoy tantas reformas y novedades, que apénas puede reconocerle.

Todo hombre lleva dentro un soldado... Cuando intenta levantarse para dar un paseo por las terrazas, ve venir hacia el café á un señor que le saluda con violentos manoteos y á continuación se asegura los lentes sobre la nariz. El príncipe tarda en reconocerle; adivina quién es por el timbre de su voz más que por su rostro... ¡El amigo Novoa!

¡Calla, mujer, que tus maldiciones ya se cumplen! El Caballero se incorpora en el lecho de algas, y la viuda y los cuatro niños tiemblan al reconocerle. En la oscuridad de la cueva apenas se distingue la sombra del viejo linajudo, y su voz tiene una resonancia oscura de caos y tinieblas como si saliese de la oquedad del roquedo.

Gran número de médicos de diversas escuelas han contribuido á enriquecer la materia médica con preciosas observaciones sobre las propiedades de este medicamento, y todas concuerdan con las esperimentaciones fisiológicas de Stapf, de Moor, etc..... Unas y otras se corroboran mútuamente al establecer las relaciones especiales de este medicamento con el sistema nervioso ganglionar, y al reconocerle propiedades análogas á las del antimonio crudo, si bien mas intensas.

La mujer murió en 1850; yo hice todo lo que pude por salvarla. El marido me pidió la cuenta y yo pasé dos años sin ir por la casa. El año último el sastre me envió a buscar; le encontré en la cama, de tal modo cambiado, que no podía reconocerle. Estaba tísico en el último grado. Así lo dije a una regordeta que lloraba a su cabecera.

Era el cerro de los Corvos, y la casa aquella tiendecita donde criaban a su hijo. La mujer cosía a la puerta del establecimiento, bajo una parra seca, en una pequeña explanada, desde la cual dominábase toda la parte de Madrid que mira al río. Al reconocerle, la nodriza se levantó apresuradamente. Quería sacar al pequeñuelo, que dormía después de una noche de insomnio y llantos. Maltrana se opuso.

Echó pie a tierra, ató el caballo al tronco de un castaño, y se sentó sobre el césped para meditar a sus anchas. Se acordó de Ulises volviendo a Ítaca... pero él no era Ulises, sino un pobre retoño de remota generación.... El Ulises de Raíces, el Reyes que había emigrado, no había vuelto... a él no podían reconocerle en el lugar de que era oriundo.

En un monte de la provincia de Córdoba, la Guardia civil había encontrado un cadáver descompuesto, con la cabeza desfigurada, casi deshecha por una descarga a boca de jarro. Imposible reconocerle, pero sus ropas, la carabina, todo hacía creer que era el Plumitas. Gallardo escuchaba silencioso. No había visto al bandido después de su cogida, pero guardaba de él un buen recuerdo.

Hasta hay mujeres que se dicen bien educadas que llegan a decir palabrotas... Pero no hablemos de esas monstruosas excepciones. El matrimonio es un gran sacramento, es verdad, pero sería pueril reconocerle la facultad de dar a las que le reciben inteligencia, dulzura y virtud. Existen las agriadas del matrimonio, como las agriadas del celibato.