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Así, cuando llegaron al coro, donde Gracián estaba solo con su fortaleza, los bramidos de la plebe; cuando se oyó distintamente una voz que dijo por aquí; cuando las pisadas de los asesinos sonaron en las baldosas mismas del coro, Gracián no abandonó su recogida postura. Fue preciso, para hacerlo mover, que una mano descortés y ensangrentada le tocase en el hombro.

Sólo a trechos veíanse algunos ladrillos y cascotes de los derribos; lo demás estaba construido con los materiales más heterogéneos, viéndose empotrados en la argamasa, a guisa de ladrillos, botes de conserva, latas de petróleo, cafeteras, orinales, hormas de zapatos, y junto con estos despojos, tibores rotos de porcelana, columnillas de alabastro, trozos de estatuas, todo al azar, según el desorden de la recogida diaria en Madrid.

Y una vieja, una de esas viejas de pueblo, vestida de negro, recogida, apañada, limpia, la cara rugosa y amarilla, me ha dicho: Aquí, aquí en este cuartico es donde dicen que murió Quevedo... ¿Cómo este pueblo, rico, próspero, fuerte en otros tiempos, ha llegado en los modernos al aniquilamiento y la ruina? Yo lo diré.

Pues bien, Cristeta, lo diré, aunque se ría usted de : cuando pienso en usted, cosa que me ocurre con muchísima frecuencia, no veo con los ojos de la imaginación esta mujer que ahora tengo delante, no me acuerdo de la actriz ni del teatro, ni me gusta figurármela a usted haciendo de ninfa, ni de chula, ni de paje...; me exaspera la idea de que todo el mundo pueda contemplar...; en fin, cuando yo la veo a usted con los ojos del alma, se me antoja que es usted una señorita que vive recogida en su casa, sin que nadie pueda saber todo lo hermosa que es, sin que nadie la profane con deseos ni miradas.

El señor Hellinger llevaba toda la barba, bien cuidada y blanca como la nieve; sus facciones regulares y todavía jóvenes, sus mejillas sonrosadas, respiraban la bondad y el gozo de vivir. Cómodamente extendido en su sillón azul floreado, con la bata recogida sobre las rodillas, parecía esperar con una resignación apacible lo que el destino, bajo la forma de su mujer, le reservaba para ese día.

Y sale del cuarto seguida de su doncella, que le lleva recogida la cola, una espléndida cola de raso color crema. ¡Cada día va estando más linda esta Clotilde! dice el estudiante del doctorado, dejando escapar un imperceptible suspiro. D. Jerónimo da una enorme chupada al cigarro y queda envuelto instantáneamente en una nube de humo.

No, no es un lodazal; porque y yo y otras muchas somos Madrid y, gracias a Dios, no somos lodazales... Di más bien que en Madrid hay un lodazal, que puede perfectamente evitarse andando con la ropa un poquito recogida... Pero, sin duda, es el maldito lodazal de agua de colonia, y como huele bien, a pocos veo que les repugne zambullirse dentro. Pero mi casa no está en ese lodazal, María.

»El maestro dio estas dos sentencias: »La hospitalidad es la virtud del hijo y la sabiduría de los padres. »El cuerdo es tierno de corazón; después de recogida la cosecha, celebra una fiesta. »Si ves al forastero en tu cercado de melones, no le observes muy de cerca; dejar de atender es, a menudo, la más alta forma de sabiduría. »Felicidad, paz y prosperidad. Hop-Sing

La servidumbre se vengaba con placer de los minuciosos cuidados que antes se veía obligada a prodigarle, de aquellas ásperas reprensiones que recibían por su causa. En particular Concha, la microscópica doncella, experimentaba una alegría indecible, propia de su carácter maligno y rencoroso, cada vez que la señora mostraba de algún modo su desdén por la niña recogida.

Hasta las guardesas, viejas y pobremente vestidas, que, con la bandera recogida, daban paso al tren, ostentaban entre sus cabellos grises algún clavel o alelí. Por fin nos apartamos del Empalme. Debíamos parar en Sevilla.